La felicidad no son solo numeros
Juan Sebastián Guzmán Giraldo.
Recuerdo con basta claridad todas las diatribas que las personas alguna vez lanzan hacia el
gobierno y su política monetaria. Por eso, en mi memoria está aquel episodio de tácito
desprecio que mostró una profesora, de mi materia de ciencias sociales por cierto, frente al
salario mínimo, y lo ofuscada que sonó esa increíble crítica que vociferó con un tono
amargo que incluso aún soy capaz de saborear. El salón se llenó de silencio mientras ella
se desinflaba y aclaraba, con paciencia y unas cuantas respiraciones profundas, el tono rojo
de su cara, estirando apenada sus facciones. << Es que estos hijos de puta creen que se puede vivir con eso, como si bastante no fuera ya vivir en la mierda por ellos.>>, fueron
esas las palabras de tan ilustre profesora.
Y justo con ello empiezo el recorrido de la lectura de Smith y la acertada afirmación que
hace en su libro insignia
“La riqueza de las naciones”,
donde dice que los patrones y
obreros tiran de la misma cuerda hacia lados contrarios: los primeros se reúnen para reducir
tal remuneración, mientras que los segundos, también con su ambición encima aunque con
un poco más de nobleza, lo hacen para encaramarlo en las estrellas. Esto obviamente
alimentado por la idea del salario, que es un contrato donde la recompensa que obtiene el
obrero por su trabajo es fruto de un acuerdo entre su patrono y él. No obstante, los
empleadores tienen ventaja en la disputa, pues son menos en número y pueden llegar a
concertar de manera muy fácil, además de que no existen leyes que los desautorizan, como
sí existen para los obreros. Pero, por supuesto, esto no es aplicable en la idea de la
economía moderna, donde el salario mínimo toma un rol importante en la política
económica y donde los sufridos jefes capitalistas combaten por un pan roído con los
hambrientos que sudan el esfuerzo como si eso fuera dinero en la misma cantidad.
Aun así, hay una gracia mayor: los empleadores comparten un acuerdo tácito con el fin de
no elevar el salario, incluso, logran hacerlos caer por debajo de su equilibrio natural. De la
misma forma razona diciendo que a pesar de eso, cuando la economía empieza a crecer se
ven en la obligación de elevar los salarios para atraer la oferta de trabajo y empiezan a
generar disputas entre ellos. Aunque, al contrario de lo que hemos leído, los asientos dentro
de las concertaciones anuales para establecer el nuevo salario, logran embarrarse con ese
líquido viscoso que los grandes jefes de las industrias expulsan, y que con letreros de
codicia y miradas de maldad zapatean en un suelo de dinero y queman las hogueras frente
a los que su techo no es más que el cielo abierto.
Preciso ellos, “los magnates”, se refugian dentro del perdido sueño de Smith al expresar
que cumplen con el ideal de una tasa por debajo de la cual es imposible reducir su
remuneración, pues el salario debe proveer al hombre lo necesario para vivir y obtener las
cosas que le son útiles, e incluso debe otorgarle más con el fin de poder desarrollar y
mantener una familia. Entonces ahí entra nuestro papel al resolver la pregunta de si el
salario mínimo logra mantener siquiera a una persona y encerrarla en un círculo de
bienestar económico total. Pues para mí, por supuesto que logra encerrarla en un círculo,
pero lo que enfrentan ahí no es bienestar sino, muchas veces, miseria.
Por otro lado, el autor resalta que, aun ...
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