la fiesta del chivo
humor:
--Matar a cualquiera, no. Acabar con un tirano, si. ¿Has oído la palabra tiranicidio? En
casos extremos, la Iglesia lo permite. Lo escribió santo Tomás de Aquino. ¿Quieres
saber cómo lo sé? Cuando comencé a ayudar a la gente del 14 de junio y comprendí
que tendría que apretar el gatillo algunavez, fui a consultárselo a nuestro director
espiritual, el padre Fortín. Un sacerdote canadiense, de Santiago. Él me consiguió una
audiencia con monseñor Lino Zanini, el nuncio de Su Santidad. «¿Sería pecado para
un creyente matar a Trujillo, monseñor?» Cerró los ojos, reflexionó. Te podría repetir
sus palabras, con su acento italiano. Me mostró la cita de santo Tomás, en la SumaTeológica. Si no la hubiera leído, no estaría aquí esta noche, con ustedes.
Antonio de la Maza se había vuelto a mirarlo:
--¿Le consultaste esto a tu director espiritual?
Tenía la voz descompuesta. El teniente Amado García Guerrero temió que fuera a
estallar en uno de esos arrebatos a los que De la Maza era propenso desde que Trujillo
hizo asesinar a su hermano Octavio, años atrás. Un arrebatocomo el que estuvo a
punto de romper la amistad que lo unía a salvador Estrella Sadhalá. Éste lo tranquilizó:
--Hace mucho tiempo, Antonio. Cuando comencé a ayudar a los del 14 de Junio. ¿Me
crees tan pendejo de confiar a un pobre cura una cosa así?
--Explícame por qué puedes decir pendejo y no culo, coño ni tirar, Turco -se burló
Imbert, tratando una vez más de aflojar la tensión. ¿Noofenden a Dios todas las malas
palabras?
--A Dios no lo ofenden las palabras sino los pensamientos obscenos -se resignó el
Turco a seguirle la cuerda-. Los pendejos que preguntan pendejadas tal vez no lo
ofendan. Pero, lo aburrirán muchísimo.
--¿Comulgaste esta mañana para llegar al gran acontecimiento con el alma
sacramentada? -siguió azuzándolo Imbert.
--Comulgo todos los días, hacediez años -asintió Salvador-. No sé si tengo el alma
como debe tenerla un cristiano. Sólo Dios sabe eso.
«La tienes», pensó Amadito. Entre todas las personas que había conocido en sus
treinta y un años de vida, el Turco era la que más admiraba. Estaba casado con Urania
Mieses, una tía de Amadito a la que éste quería mucho. Desde que era cadete en la
Academia Militar Batalla de LasCarreras, que dirigía el coronel José León Estévez
(Pechito), marido de Angelita Trujillo, acostumbraba pasar sus días de salida en la casa
de los Estrella Sadhalá. Salvador se había vuelto importantísimo en su vida; le
confiaba sus problemas, inquietudes, sueños, dudas, y pedía su consejo antes de
cualquier decisión. Los Estrella Sadhalá organizaron la fiesta para celebrar la
graduación deAmadito como espada de honor -¡el primero en una promoción de treinta
y cinco oficiales!-, a la que asistieron sus once tías abuelas maternas, y, años más
tarde, también, lo que el joven teniente creyó sería la mejor noticia que recibiría jamás:
la admisión de su solicitud para ingresar a la unidad más prestigiosa de las Fuerzas
Armadas: los ayudantes militares, encargados de la custodiapersonal del
Generalísimo.
Amadito cerró los ojos y aspiró la brisa salada que entraba por las cuatro ventanillas
abiertas. imbert, el Turco y Antonio de la Maza permanecían callados. A Imbert y De la
Maza los había conocido en la casa de la Mahatma Gandhi, y la casualidad hizo que fuera testigo de la pelea entre el Turco y Antonio, tan violenta que él ya esperaba tiros,
y, meses después,de la reconciliación de Antonio y Salvador en aras de un mismo
propósito: matar al Chivo. Quién le hubiera dicho a Amadito, aquel día de 1959,
cuando Urania y Salvador le prepararon aquella fiesta donde se bebieron tantas
botellas de ron, que antes de dos años estaría, en esta noche tibia y estrellada del
martes 30 de mayo de 1961, esperando al mismísimo Trujillo para matarlo. Cuántas...
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