La filosofía del silencio

Páginas: 26 (6362 palabras) Publicado: 20 de marzo de 2014
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Alejandro Arvelo

Filosofía del silencio

Filosofía del silencio

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Título: Filosofía del silencio
Autor: Alejandro Arvelo
Primera edición: Ediciones Ciemps, 1996
Segunda edición: Somos Literatura, 2003
Diseño general: Editorial SANTUARIO
Ave. Pedro Henríquez Ureña No. 134,
La Esperilla, Santo Domingo, Rep. Dom.
E-mail:editorialsantuario@yahoo.com
Tels.: 809 412-2447; 809 637-1918
809 237-1152; 809 477-5602
Foto de portada: Romina Bayo
Primera edición de Editorial SANTUARIO: 2008
Edición a cargo del autor
ISBN:

978-9945-068-55-9

Impresión: Editora Búho
Impreso en República Dominicana.
Printed in Dominican Republic.

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Alejandro Arvelo

Las palabras expresan lo que en nuestro
mundo interior hay deconvencional. Cuando se
tiene algo importante que decir, lo sensato es callarse y esperar. Las ideas brillantes, las intuiciones
geniales no son hijas de la prisa, ni de las situaciones cotidianas surgen de manera espontánea. El
espíritu de sistema, el ejercicio del criterio, el conocimiento del pasado filosófico, la soledad, y el
silencio que de ella emana, son condiciones indispensables en la búsquedade la certeza y la claridad de pensamiento.
El silencio es un gesto de nobleza, si no se
tiene qué decir. En la decisión de dosificar su
derecho a la palabra reside la gracia del hombre
discreto. Bien administrado, el silencio es tan digno como el imperativo de difusión de la verdad.
El hombre corriente es el que con mayor fuerza
siente gravitar sobre su garganta el deber de ilustrar a losdemás. A fuerza de desuso, sus oídos se
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han petrificado; su alma yace, obliterada, en un
olvidado confín de su vida mundanal y sin sentido. En la tierra en que vivimos, ya nadie escucha.
Todos hablan sin rubor de cosas que nunca han
aprehendido ni entenderán jamás. Estamos heridos de muerte por las limitaciones del siglo y envenenados por las nuestras. El quemenos puede
dar es quien exhibe mayor ambición de orientar a
sus semejantes. Mas, ¿qué aporta quien incluso de
lo elemental carece?
Nuestra época es enemiga de la intimidad.
Y a las amarras por nosotros inventadas para olvidar lo que es a la especie humana sustantivo,
hemos dado el nombre de libertad. Desde el preciso instante en que alguien se declara partidario
de nadie y amigo de sí mismo,también aparece
quien da la voz de alarma. El cultivo de la subjetividad es señal de peligro. El que se resiste al adocenamiento y a la nivelación predominantes, es
condenado al aislamiento o a la indiferencia.
El ambiente espiritual nos empuja a volcarnos hacia fuera. Vivimos un otoño entero e imperturbable. Los días grises de invierno impulsan
al entendimiento a descubrir la propia entidad;la
frescura estival reclama de tal manera nuestra atención que anuda al mundo externo el albedrío inherente al alma humana. Mas no es ésta la función primera de la inteligencia, sino la de consti6

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tuirse en objeto de sí misma: labor imposible al
margen del esfuerzo sostenido, máxime entre
nosotros que no hemos sido educados para ejercitarnos en semejantes menesteres.Dios, el yo y
el mundo de la materia son en la medida en que
alguien tiene conciencia de ellos. El hombre es en
sentido estricto un ser pensante. Ese específico
animal que puede pensarse a sí mismo y reflexionar acerca del universo.
Todo saber tiene pretensiones de verdad;
de erigirse, paso a paso, principio a principio, de
manera que aun sus más modestos componentes puedan sin desmedroresistir los embates de
la crítica. Por eso, al edificar la propia conciencia,
lo aconsejable es que se proceda con el mayor
tino posible; que vayamos de lo simple a lo complejo, de lo cercano a lo distante, de lo presente
a lo latente. El punto de partida de todo sistema
de verdades es, hablando con propiedad, el reparo en el hecho cardinal de que la conciencia es
esa extraña confluencia entre...
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