La formula
Steve Shagan
LA FORMULA
Título de este libro en inglés: The Formula
Traducción de Agustín Ochoa Mayo
© 1979, por Cirandinha Productions, Inc.
© 1980, LASSER PRESS MEXICANA, S. A.,
Apartado Postal 6—791, México 6, D. F.
PRIMERA EDICIÓN EN ESPAÑOL: Octubre de 1980
IMPRESO EN MÉXICO
PRINTED IN MÉXICOA Michael y Gretchen Wayne
El autor desea expresar su reconocimiento al personal de la Misión de los Estados Unidos –centro de Documentación Berlín.
Y a Willy Egger por su paciente y hábil guía a través de Alemania
El dinero, no la moralidad, es el principal
Comercio de las naciones civilizadas.
—Thomas JeffersonPRÓLOGO
BERLÍN – 3 DE ABRIL DE 1945
CAPITULO
1
Los cascos de acero se meneaban sobre sus cabezas menudas, y algunos de ellos tenían dificultades para balancear sus rifles automáticos. Al Mayor General Helmut Kladen le parecía que se veían como un grupo de chiquillos jugando a simulacros de guerra en los uniformes de sus padres. El líder del pelotón, un chico deunos catorce años, se dirigió hacia la parte delantera del vehículo abierto OKW del estado mayor y pidió al chofer de Kladen sus documentos de tránsito. Los otros se congregaron alrededor del Mercedes gris y se quedaron en silencio mirando fijamente a Kladen, que estaba sentado tiesamente erguido en la lujosa piel curtida del asiento trasero.
Uno de los chiquillos más altos tomó valor parapreguntar si podía tocar la Cruz de Caballero, con ramilletes de Hojas de Roble, que descansaban en una bufanda de tela de seda en el cuello de Kladen. El General Kladen hizo una seña afirmativa con la cabeza y el chiquillo se acercó. Acarició la medalla con gran veneración, luego de pronto retrocedió y murmuró algo a sus compañeros que cabecearon solemnemente. El puente se cimbró de repente por elsacudimiento violento de la artillería soviética reunida en masa en el saliente Seelow. Kladen comenzó a sentirse incómodo y dijo con sequedad: Schnell! Schnell! —¡Aprisa! ¡Aprisa!, al chico que examinaba sus documentos.
El líder del pelotón sonrió a Kladen e hizo señas a su chofer de seguir adelante. El conductor puso al Mercedes en marcha y el vehículo rodó lentamente a través del puente. Kladense volvió a mirar a los soldados niños. Una columna de humo gris de la incendiada ciudad de Berlín, a unos quince kilómetros de distancia, se había posado sobre el puente, dando una calidad espectral a las figuras pequeñas en sus uniformes de mala entalladura.
Kladen encendió un cigarrillo largo ruso, color de rosa y meneó su cabeza con tristeza; la idea de que los chiquillos guardaran elpuente, lo deprimió. Esperaban al Duodécimo Ejército de Wenck, el grupo armado que salvaría a Berlín de las hordas mongólicas: pero no había un 12o. Ejército. Hace mucho había dejado de existir. El 12o. Ejército era un mito en un documento en el fortín del Füehrer. Los chiquillos del puente estarían muertos en cosa de días.
Kladen sintió una rabia repentina. Recordó las últimas palabras de Rommelcuando le preguntaron por qué se había sumado a la conspiración contra Hitler. Rommel había respondido: "Si uno sabe cómo iniciar una guerra, vale más que uno sepa cómo terminarla". Pero Rommel ya se había ido. Todos los grandes hombres ya se habían ido. Ahora, tal vez, el destino lo había escogido, a él, al Mayor General Helmut Kladen, héroe del Reich, táctico maestro Panzer, superviviente delas arenas rugientes del África y de las ventiscas árticas de Rusia. Tal vez él podía evitar la destrucción total del pueblo alemán.
El vehículo grande OKW del estado mayor aceleró la marcha a medida que avanzaba por la Reichsstrasse 96, con rumbo al norte hacia el colosal embudo de humo que se elevaba del corazón de la ciudad en ruinas.
La envoltura gris de nubes sobre la silueta de Berlín...
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