La furgoneta

Como todas las mañanas una hermosa joven que decía ser mi hija, me despertaba y me vestía. Yo estaba muy contento, ya que al parecer
hoy tenía que ir a unlugar en el que se encontraban muchos hombres y mujeres. A mi me encantaba ese sitio, me lo pasaba fenomenal.

Tras terminar el desayuno la jovenexclamó, ``Gumersindo, vaya terminado que va a llegar el señor Luis Miguel´´.La chica se acercó a mí,
recogió mi taza del desayuno, y me sentó en la silla de ruedas.Estuvimos esperando unos diez minutos, hasta que por fin llegó el amable hombre
de la furgoneta. Bajamos en el ascensor y me metieron en la parte de atrasdel vehículo.

De camino al lugar de los ancianos estube mirando por la ventana, al igual que Manolo, un hombre que también iba conmigo en la furgoneta.De repente se oyó una agragable melodía, cuya procedencia desconocía, hasta que ví que llegaba de un aparato al que el conductor le empezó a hablar,
penséque estaba loco.

Me sorprendió que el hombre se bajase de la furgoneta, le ví por la ventana alejarse a la vez que hablaba con el extraño cacharro.Cada minuto
que pasaba me ponía más nervioso y Manolo y yo nos mirábamos de vez en cuando. Pasada una eternidad, noté que mi acompañante comenzó a hacerruidos extraños, hasta que dejó de moverse. Me temía lo peor y empezé a gritar como si estubiera loco.

De repente me empezé a notar débil, me faltabael aire y comenzé a moverme bruscamente. Me caí al suelo, se me cerraban los ojos
y me dejé llevar, entonces todo se volvió negro y nunca volví a despertar.