La generación del imposible
Del porqué entablar y mantener relaciones resulta hoy tan complicado
Elisabeth G. Iborra
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PRÓLOGO: EN LAS TRINCHERAS DE LAS RELACIONES
Este libro comenzó a fraguarse en mi mente allá por 2002, cuando empecé a darme cuenta de que mis relaciones sentimentales eran un absoluto desastre y las únicas que me funcionaban (de aquella manera) eran las mássuperficiales. Las que implicaban un mínimo o ningún grado de compromiso.
Como no podía seguir culpando eternamente a los hombres de mis fracasos, hube de admitir que quizás yo tendría alguna responsabilidad ante mi idealización del enamoramiento como etapa que ha de durar ad eternum y, por ende, ante mi incapacidad para amar a alguien de una forma calmada, continuada y estable. Quizás tenía queasumir mi fijación por los tipos imposibles y complicados o mi manía por emprender rollos con niñatos o con individuos exóticos junto a los que cualquier probabilidad de conexión cultural e intelectual más allá de la cama se dibujaba como una utopía.
Buscando las razones que me abocaban a ese laberinto emocional, descubrí miedo al compromiso, a la pérdida de la independencia y de la libertad paravivir mi vida a mi manera; una autoestima que necesitaba verse reforzada por la consecución del más difícil de seducir... Y me encontré con un sistema de prioridades que empezaba por mi trabajo y continuaba por disfrutar de mi tiempo libre a solas y con mis amigos, relegando a la pareja al último escalafón porque temía repetir el esquema antiguo de la esposa que sacrifica su carrera para servir a sufamilia mientras el marido, como mucho, la ‘ayuda’ a poner la mesa.
Prefería enamorarme lo justo para sentir la vorágine de la pasión y salvaguardar lo que tanto me había costado alcanzar, antes de arriesgarme a la típica renuncia femenina en nombre del amor.
Una vez reconocidas las barreras autoimpuestas, no me quedó más remedio admitir que no tenía pareja ni la tendría por pura elecciónpersonal. Yo misma condicionaba el tipo de hombre con el que me relacionaba y la forma de relación que establecía. Jamás atraería a un magnífico padre de familia, más que nada porque yo me retrataba como una negada para asumir las responsabilidades consustanciales. En cambio, imantaba a 2
quienes buscaban lo mismo que yo: sexo, diversión y, en todo caso, amistad y cariño. Ni en broma amor. Apesar de que en el fondo, todos lo anhelamos.
Hablando de todo ello con mis amigos/as, me percaté de que en absoluto era la única en aquel lodazal (para mi consuelo). La mayoría se hallaban embarrados en las mismas dudas y los mismos problemas, idénticos desencuentros con el otro género, al que achacaban semejantes tópicos y prejuicios.
Casi todos se lamentaban del fracaso de sus relaciones,las desearan estables o pasajeras; se sentían engañados por lo que les habían contado que debía ser y decepcionados al ver que aquello ya no resultaba posible en nuestra sociedad.
Pero, sobre todo, se declaraban confundidos y despistados, pues intuían que tenían que ser ellos mismos, sin referencias, quienes inventaran su propio modelo de pareja, su modo de relacionarse y comunicarse con el otrosexo, respetando su igualdad y su derecho a comparar con otros sujetos y elegir en libertad (algo inusitado durante la época de nuestros abuelos y aun de nuestros padres).
Más allá de los traumas personales, la identificación colectiva me llevó a la conclusión de que esta generación está sufriendo las consecuencias de una nueva coyuntura social, o del tránsito hacia ella. De ahí el título. Poreso he considerado necesario consultar a jóvenes de todos los puntos cardinales de la península, para trasmitir de primera mano sus inquietudes y desvelos, su percepción del panorama actual y, por qué no, sus esperanzas sobre el futuro que nos espera.
Claro que para aclarar las causas por las que nos encontramos en este punto me parecían imprescindibles las opiniones, las explicaciones, los...
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