La Gota De Agua (Fragmento) De Vicente Leñero

La gota de agua
(Fragmento)

Vicente Leñero

En 1957, con dos años de retraso respecto a mis compañeros de generación, decidí terminar la carrera de ingeniero civil. Aunque me faltaban tres materias por aprobar, ya tenía derecho a una carta de pasante y con ella podía hacer los trámites para el cumplimiento del servicio social exigido por la Universidad Nacional Autónoma de México a quienesaspiraban al título. Se me atoraban las tres asignaturas pendientes, pero se me atoraba más aquello del servicio social durante un año. No me sentía con ánimos para ir a tallarme el lomo al descampado en los trabajos de un puente o de un camino, y tampoco conocía empresas constructoras en la ciudad que tuvieran contratos con dependencias oficiales o con la institución universitaria y queestuvieran dispuestas a aceptarme. Algunos amigos me aconsejaban conseguir de plano un coyote y pagar por una firma de haber trabajado sin haber trabajado. Otros lo hacían. Era frecuente. Fulano y Mengano habían cumplido así su servicio social. Con tal de resolver el problema, la verdad ya estaba a punto de iniciarme en la corrupción cuando apareció en el horizonte Enrique González Hernández. Cinco o seisaños mayor que yo, Enrique era un tipo cabal: más bueno y más limpio que el agua limpia. Nos habíamos conocido en la Acción Católica y manteníamos una sólida relación amistosa. Como gerente e ingeniero único de una pequeña compañía de instalaciones sanitarias llamada Icomex, S.A., me ofreció trabajo. Me informó que su compañía se dedicaba a todo género de instalaciones domésticas, pero que teníatambién contratos importantes con la UNAM en Ciudad Universitaria. Precisamente con mi trabajo en las obras de Ciudad Universitaria yo podría avalar mi servicio social e incluso extraer un tema para tesis. Lo extraje finalmente. Los ingenieros Rodolfo Félix y Manuel Montes de Oca lo calificaron de rudimentario,
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indigno de un futuro profesionista, pero adivinando que con el tiempo mededicaría a otra actividad menos peligrosa, se portaron generosamente y lo aceptaron. Desde luego eso fue después. Por el momento yo estaba frente a Enrique González Hernández a punto de obtener mi primera y última chamba como ingeniero. -¿Cómo andas en conocimientos hidráulicos? -me preguntó Enrique. Tachito Guzmán me había puesto 8 en Ingeniería Sanitaria y 9 en Proyectos. El maestro Alberto Coria, 8 enObras Hidráulicas. -¿Y en cálculo de instalaciones? -Más o menos. -La compañía es pequeña, no te puedo pagar mucho- me advirtió Enrique. -Lo que sea. Empecé calculando y presupuestando las instalaciones sanitarias para el edificio Aristos de Insurgentes y Aguascalientes, pero el contrato se lo dieron a otra compañía que presupuestó más bajo. Enrique González me quitó entonces de la mesa deproyectos donde me pasaba los días dibujando planos isométricos y me envió a supervisar las obras que él se puso a calcular. Como ingeniero residente quedé al mando de una cuadrilla de plomeros. En realidad sólo eran dos: Saúl Mercado y su ayudante. Delgaducho, moreno, miope, Saúl Mercado había optado por la plomería luego de abandonar un seminario de franciscanos donde los curas lo trataban como a unapestado, según él. No pensaba ser plomero toda la vida; quería progresar, superarse, y para eso estudiaba inglés en una academia, por las tardes: en su caja de herramientas cargaba siempre un libro del método Hamilton cuyas lecciones repasaba durante las horas muertas de la jornada diaria. Su ayudante era un chaparrito de pelo crespo a quien Saúl protegía, más porque era su pariente que portratarse de un obrero eficaz. Con ambos andaba yo de arriba para abajo, en mi Ford coupé verde, modelo 46: cargada hasta reventar la cajuela de tubos y conexiones y bombas y herramientas y problemas con la instalación de excusados, de cisternas, de líneas de alimentación; enfrentando maestros de obras o arquitectos, sobrellevando quejas de las amas de casa. Mi primer trabajo en Ciudad Universitaria...