la historia sin fin
Atreyu vagaba por las calles de una ciudad abandonada, en medio de un silencio sepulcral. El espectáculo era agobiante y siniestro. No parecía haber ningún edificio que, simplemente por su aspecto exterior, no produjera una impresión amenazadora ymaldita, como si la ciudad entera se compusiera sólo de castillos de fantasmas y casas embrujadas. Sobre las calles y callejas, tan tortuosas y torcidas como todo en aquel país, colgaban monstruosas telas de araña, y un olor nauseabundo subía de los ventanucos de los sótanos y de los pozos secos. Atreyu se había deslizado al principio de esquina en esquina para no ser descubierto, pero pronto no seesforzó ya por ocultarse. Plazas y calles estaban vacías y tampoco en los edificios había movimiento. Entró en algunos, pero sólo encontró muebles volcados, cortinas rasgadas, vajilla y cristal hechos añicos… todos los signos de la desolación, pero ningún habitante. Sobre una mesa había aún comida a medio comer: unos platos con sopa negra y unos restos pegajosos que quizá fueran pan. Comió de ambascosas. Sabían repulsivamente, pero él tenía mucha hambre. En cierto sentido, le pareció muy justo haber ido a parar precisamente allí. Aquello era lo adecuado para alguien a quien no quedaba ya esperanza.
Bastián se sentía muy debilitado por el hambre. El cielo sabe por qué, precisamente entonces, de forma muy poco oportuna, recordó la tarta de manzana de la señorita Anna. La mejor tarta demanzana del mundo. La señorita Anna venía tres veces por semana, escribía a máquina para su padre y ponía orden en la casa. La mayoría de las veces cocinaba o hacía algún pastel. Era una persona robusta, que hablaba y se reía despreocupadamente. El padre de Bastián era cortés con ella pero, por lo demás, apenas parecía darse cuenta de su presencia. Muy rara vez conseguía la señorita Anna que en elrostro preocupado de él apareciese fugazmente una sonrisa. Cuando eso ocurría, la casa se volvía un poco más luminosa. La señorita Anna tenía una hijita, aunque no estaba casada. La niña se llamaba Christa, tenía tres años menos que Bastián y un pelo rubio precioso. Antes, la señorita Anna había traído casi siempre con ella a su hijita. Christa era muy tímida. Cuando Bastián le contaba cuentos...
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