La Hondonada De Las Tres Colinas
Dos personas se encontraron en un lugar y a una hora previamente convenidas; una de ellas era una dama elegante, de postura y rostro bello, aunque pálido; la otra era unaanciana andrajosa, marchita y consumida.
En el paraje donde se dieron cita, ningún otro mortal podía verlas. Tres pequeñas colinas se alzaban muy cerca unas de otras y a sus pies, a exacta equidistancia de las tres elevaciones, se abría una hondonada como un cuenco. La escalofriante belleza de un atardecer de otoño se derramaba ahora sobre la cima de las tres colinas, mientras que un tinte apenasmás pálido resbalaba por sus laderas hacia el fondo de la hondonada.
Este será el sitio de nuestro agradable encuentro –dijo la anciana-, tal como lo deseaste.
¿Dime qué es lo que quieres de mí?, ya que no podemos permanecer en este páramo sino por el breve lapso de una hora hablando de la educación actual y del futuro.
Cuando la anciana hablaba, una sonrisa brillaba en su rostro, como la luz deuna lámpara sobre el muro de un sepulcro.
Como debes saber, acabo de egresar de una licenciatura; el nombre de la escuela de donde provengo y la carrera no tienen importancia alguna. Sé que actualmente la escuela elemental ya no brinda una buena educación, pero no sé cuál sea la razón. También sé que mi destino está íntimamente ligado a enseñar y transmitir conocimientos; sin embargo, hay en mipecho un pesar que no puedo seguir acarreando y he venido hasta aquí para saber cómo será la educación dentro de algún tiempo.
¿Y quién hay aquí, en torno de este verde estanque, capaz de traerle noticias acerca de la educación y conocimientos que se impartirán en el aula? –chilló la anciana examinando el rostro de la mujer-.
No será de mis labios que escuches tales nuevas; y sin embargo debe detener valor, señora mía y antes de que la luz del día haya abandonado la cumbre de la colina más alta, sus deseos serán satisfechos.
Haré lo que me pida, aunque me cueste la vida –rogó la dama-.
La anciana se sentó en el tronco de un árbol caído, se quitó el rebozo que ocultaba sus mechones cenicientos y rogó a su compañera que se acercara.
Híncate –dijo- y reclina la frente en mi regazo.Ella vaciló un instante, pero la ansiedad que durante tanto tiempo la había atormentado quemaba ahora en su interior, reclinó la frente en el regazo de la vieja y ésta le cubrió el rostro con el manto, dejándola así en la más completa oscuridad. Y la dama oyó murmullos y voces de plegaria y fue tal su sobresalto que estuvo a punto de incorporarse y huir.
¡Déjame ir, déjame ir y ocúltame, que no mevean! –gritó-. Pero los recuerdos volvieron a su mente y se llamó a silencia y permaneció quieta, como la misma muerte.
Porque era como si otras voces –voces familiares de la infancia, voces que no había podido olvidar, era como si todas esas voces se fundieran ahora con los acentos de aquella plegaria-.En un principio las palabras sonaron débiles e indistintas, pero a medida que progresaba esa plegaria las voces iban volviéndose más fuertes y claras; y la conversación de un maestro y un alumno, quebrantado y caído como él se hizo nítidamente audible para la mujer arrodillada.
-Los dos sujetos estabantristes, ya que estaban discutiendo acerca de la obligación constitucional de asignar el 8% del Producto Interno Bruto para la educación-. Hablaban de los problemas políticos, técnicos, fiscales y de distribución presupuestaria que encierra el precepto legal de destinar recursos públicos a la educación.
Se planteaban interrogantes, entre las que destacan, la forma en cómo los parlamentarios...
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