La iglesia
Mirando al presente, ya se sabe con cuánta energía ypasión Juan Pablo II proclama esos «derechos» en el mundo, pero su adhesión — confirmada abiertamente en ocasión del 40.° aniversario de la ONU— no está falta de críticas.
Sólo dos ejemplos. El primero, lacarta del 10 de diciembre de 1980 a los obispos de Brasil: «Los derechos del hombre sólo tienen vigor allá donde sean respetados los derechos imprescriptibles de Dios. El compromiso para aquéllos esilusorio, ineficaz y poco duradero si se realiza al margen o en el olvido de éstos.»
Otro ejemplo: el discurso en Munich, el 3 de mayo de 1987: «Hoy día se habla mucho sobre derechos del hombre. Perono se habla de los derechos de Dios.»
Y seguía: «Los dos derechos están estrechamente vinculados. Allá donde no se respete a Dios y su ley, el hombre tampoco puede hacer que se respeten susderechos. Hay que dar a Dios lo que es de Dios. Así sólo será dado al hombre lo que es del hombre.» Como hablaba en ocasión de la beatificación de un jesuita víctima del nazismo, Juan Pablo II continuaba:«Nosotros ya hemos comprobado claramente, también en la conducta de los dirigentes del nacionalsocialismo, que sin Dios no existen sólidos derechos para el hombre. Ellos despreciaron a Dios y persiguierona sus servidores; es así que trataron inhumanamente a los hombres.»
A propósito del nazismo, hay que decir (sin quitar nada al horror hitleriano) que en su caso, los mismos Estados que quisieron la«Declaración» de 1948 y que hoy celebran el segundo centenario de la de 1789, pasaron por alto el artículo 11 de la primera y el artículo 8 de la segunda. Dice el texto de la ONU: «Nadie será condenadopor acciones u omisiones que, en el momento que se cometieron, no constituían acto delictivo según el derecho nacional e internacional.»
Y el texto de la Revolución: «Nadie puede ser condenado...
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