la imbecilidad y el coraje

Páginas: 24 (5801 palabras) Publicado: 23 de junio de 2013
La imbecilidad y el coraje
La participación femenina en lo economía colonial
(Quito, 1780-1830)
Christiana BORCHART DF MORENO
FLACSO, Sede Ecuador Quito

El argumento de la «imbecilidad» del sexo femenino es utilizado, a fines del siglo XVIII, por un hábil abogado quiteño para defender los intereses de su cliente quien, como fiadora de un comerciante, no queda, a la

muerte de éste,cumplir con sus obligaciones% Al mismo tiempo lleva la
atención hacia los diferentes niveles que determinaron la vida de las mujeres
en la sociedad colonial hispanoamericana, a saber, el jurídico, el ideológico
y el real2.
Según el Diccionario de Autoridades de 1726 la imbecilidad se entiende
como la falta de fuerza o debilidad en un sentido muy amplio. Esta debilidad requería de protección porparte del Estado y de la sociedad que asignaban a la mujer un papel de menor de edad, incapaces de involucrarse en
negocios de cualquier índole, a no ser con cl expreso consentimiento del
padre o del marido. En el campo jurídico esta posición inferior de la mujer
se había acuñado, para el caso español, en la Ley de las Siete Partidas del
siglo XIV y en las Leyes de Toro de inicios del siglo XVIy reforzado por
la Iglesia Católica como verdadera heredera de las concepciones éticas y
jurídicas de Roma3.
AN/Q, Notaría Primera, Juicios, 1782-VII-18. «Seguidos por Da. Thomasa Surita contra
Eugenio Cifuentes, por cantidad de pesos y sus reditos,»
2 La importancia de distinguir entre estos niveles, es señalada por Fileen POWER:
Mujeres medievales. Encuentro Ediciones, Madrid, 1986, p. 68.Sobre el derecho romano referente a la mujer cfr. Régine PERNOUD: La mujer en
tiempo de las catedrales. Granica Ediciones, Buenos Aires, 1987, Pp. 21-27.
Sobre la legislación vigente en España y América, cfr. Asuncion LAVRIN: «Introduction:
The Scenario, The Actors, and the Issues’>. Sexuality aid Marriage in Colonial Latin AmeRevista complutense de Historia de América, 17. 167-182. lidit.Univ. Complutense, Madrid, 1991

168

Christiana Borchart de Moreno

«Con jas mujeres no se acostumbra haser tales ynstrumentos» —es dedr, escrituras de obligación— opina, todavía en 1798, un mercader y regi-

dor de Quito, Joaquín Tinajero, quien reclama una pequeña suma por los
quintales de sebo entregados a una mujert Su concepción contrasta con la

realidad, tal y como se refleja enlos protocolos de muchos notarios quiteños
de la época colonial. Aunque haya un buen número de transacciones lleva-

das a cabo por mujeres con el expreso consentimiento del padre o del mando, existen numerosas otras en las cuales las mujeres actúan solas y por
su propia cuenta. A veces, conscientes de la necesidad de defenderse solas

y seguras de su capacidad de hacerlo, declaran que«aunque soy muger casada, como mi marido se halla ausente de esta Ciudad en la de Barbacoas,
y bayer tratado siempre que se ha ofresido con qualesquiera persona aun de
mayores cantidades, le hago esta obligación»5. Aquí ya se expresa el «cora-

je» con el cual, muchas mujeres enfrentaban los problemas de la vida diana.
Otras mujeres, en cambio, no tenían esta libertad y se veían obligadas
a actuarsin el consentimiento ni el conocimiento del marido. Tal es el caso
de la Marquesa de Villanocha, quien para cubrir las deudas de su hijo con
un comerciante entregó a este último en prenda un par de manillas de perlas
y unos sarci]los de diamantes, así como firmó varias obligaciones. Su viudo,
al dictar el testamento para el cual ella había dejado un poder, claramente
desaprobaba esteprocedimiento clandestino6. Las declaraciones de Ana María Rodríguez, en 1806, por un lado y del Marqués de Villarrocha por el
otro indican un problema señalado por A. Lavrin7, pero poco estudiado
hasta ahora. La pertenencia de diferentes clases sociales debe haber influido
en forma significativa, tanto en las necesidades como en las posibilidades
de actuación de las mujeres.
rica. A. LAVRIiN...
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