La intercesión de los bienaventurados
otra invisible, pero no hay entre ellas una separación total. Al contrario "la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de
ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49).
Este misterio de unidad en el Espíritu de Dios, y por tanto en amor, hace posible que podamos contar también con la ayuda de los que nos precedieron: "Por el hecho de que los del cielo
están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre" (LG 49).
Y existe otra colaboración, mucho más poderosa, en la persona de María, "la llena de gracia" (Lc 1,28), pues "en virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia
ora también en comunión con la Virgen María para ensalzar con ella las maravillas que Dios ha
realizado en ella y para confiarle súplicas y alabanzas" (CEC 2682). Si podemos unirnos a los santos del cielo, los bienaventurados, así como a los ángeles, que
delante del Trono de Dios y del Cordero llevan a cabo la adoración perfecta del cielo, y unir nuestra adoración imperfecta a la suya, en una única adoración, igualmente podemos
beneficiarnos de su ayuda en la única intercesión, que es en Cristo, nuestro Sumo Sacerdote y único mediador entre Dios y los hombres. Los ángeles y los más próximos al Trono de Dios
colaboran también recogiendo nuestras oraciones y presentándolas delante de él: "los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una
cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos" (Ap 5,8).
J Raúl Marcos ...
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