La Intrusa de Maurice Maeterlinck
Tres piezas de teatro en un acto:
LA INTRUSA
LOS CIEGOS
INTERIOR
Maurice Maeterlinck
Premio Nobel de Literatura 1911
LA INTRUSA
2
PERSONAJES
EL ABUELO. (Es
ciego.)
EL PADRE.
EL TÍO.
LAS TRES HIJAS.
LA HERMANA DE LA CARIDAD.
LA CRIADA.
La acción se desarrolla en los tiempos modernos.
3
ACTO ÚNICOSala bastante sombría en un antiguo castillo. Puerta a la derecha, puerta a la izquierda y
puertecilla disimulada en un ángulo. En el fondo, ventanas con vidrieras de colores, en las
cuales domina el verde, y una puerta de cristales que abre sobre una terraza. Gran reloj
flamenco en un rincón. Lámpara encendida.
LAS TRES HIJAS.
EL ABUELO.
EL PADRE.
EL TÍO.
—Ven aquí, abuelo; siéntatebajo la lámpara.
—Me parece que hay poca luz aquí.
—¿Vamos a la terraza o nos quedamos en esta habitación?
—¿No valdría más quedarnos aquí? Ha llovido toda la semana, y estas noches son
húmedas y frías.
LA HIJA MAYOR.
EL TÍO.
—¡Oh! Las estrellas no quieren decir nada.
EL ABUELO.
EL PADRE.
EL PADRE.
—He oído su voz.
—Los médicos aseguran que podemos estar tranquilos...—De sobra sabes que a tu suegro le gusta intranquilizarnos inútilmente.
EL ABUELO.
EL TÍO.
—Creo que no está bien...
—¿Por qué dice usted eso?
EL ABUELO.
EL PADRE.
—Vale más que nos quedemos aquí. No se sabe lo que puede ocurrir.
—Ya no hay que tener inquietud. Ya no hay peligro; está salvada...
EL ABUELO.
EL TÍO.
—Sin embargo, hay estrellas.
—Yo no veo comovosotros.
—Pues es preciso fiarse de los que ven. Esta tarde tenía muy buena cara. Duerme
profundamente, y no vamos a envenenar la primera noche tranquila que el azar nos da... Me
parece que tenemos derecho a descansar, y hasta a reír un poco, sin temor, esta noche.
EL PADRE.
—Es verdad; es la primera vez que me siento en mi casa, entre los míos, después
de este parto terrible.
EL TÍO.—En cuanto la enfermedad entra en una casa, parece que hay un extraño en la familia.
EL PADRE.
—Pero entonces también se ve que, fuera de la familia, no hay que contar con
nadie.
EL TÍO.
—Tienes mucha razón.
EL ABUELO.
EL TÍO.
—¿Por qué no he podido ver hoy a mi pobre hija?
—Ya sabe usted que el médico lo ha prohibido.
EL ABUELO.
—No sé qué pensar...
4
EL TÍO.—Es inútil que se inquiete usted.
EL ABUELO.
EL PADRE.
—(Señalando la puerta de la izquierda.) ¿No puede oírnos?
—No hablaremos muy alto; además, la puerta es muy gruesa, y, además, la
Hermana de la Caridad está con ella y nos avisaría si hiciéramos demasiado ruido.
EL ABUELO.
EL PADRE.
—No, no.
EL ABUELO.
EL PADRE.
—¿Duerme?
—Supongo que sí.
EL ABUELO.
EL TÍO.—(Señalando la puerta de la derecha.) ¿No puede oírnos el niño?
—Habría que ir a ver.
—Más me inquieta el niño que su hija de usted. Ya van varias semanas desde que
nació, y apenas se ha movido; hasta ahora no ha llorado una sola vez; parece un niño de cera.
EL ABUELO.
—Creo que será sordo, y acaso mudo... Esto traen los matrimonios
consanguíneos... (Silencio reprobador.)
ELPADRE.
EL TÍO.
—Hay que ser razonable; no es culpa suya, ¡pobrecillo! ¿Está solo en esa habitación?
EL PADRE.
EL TÍO.
—Casi le tengo rencor por el mal que ha causado a su madre.
—Sí, el médico no quiere que esté en la habitación de su madre.
—Pero ¿la nodriza está con él?
EL PADRE.
—No; ha ido a descansar un momento; bien ganado lo tiene, después de estos días.
Úrsula, ve aver si duerme bien.
LA HIJA MAYOR.
—Sí, padre. (Las TRES HIJAS se levantan y, cogidas de la mano, entran en la
habitación de la derecha.)
EL PADRE.
EL TÍO.
—¿Sabéis a qué hora vendrá nuestra hermana?
—Creo que vendrá hacia las nueve.
EL PADRE.
—Son ya más de las nueve. Quisiera que viniese esta noche; mi mujer desea
mucho verla.
EL TÍO.
—Es seguro que vendrá. ¿Es la...
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