la invencion de morel

Páginas: 104 (25887 palabras) Publicado: 21 de noviembre de 2013
Adolfo Bioy Casares

La invención de Morel

Prólogo
Stevenson, hacia 1882, anotó que los lectores británicos desdeñaban un
poco las peripecias y opinaban que era muy hábil redactar una novela sin
argumento, o de argumento infinitesimal, atrofiado. José Ortega y Gasset —La
deshumanización del arte, 1925— trata de razonar el desdén anotado por
Stevenson y estatuye en la página 96, que "esmuy difícil que hoy quepa inventar
una aventura capaz de interesar a nuestra sensibilidad superior", y en la 97, que
esa invención "es prácticamente imposible". En otras páginas, en casi todas las
otras páginas, aboga por la novela "psicológica" y opina que el placer de las
aventuras es inexistente o pueril. Tal es, sin duda, el común parecer de 1882, de
1925 y aun de 1940. Algunosescritores (entre los que me place contar a Adolfo
Bioy Casares) creen razonablemente disentir. Resumiré, aquí, los motivos de ese
disentimiento.
El primero (cuyo aire de paradoja no quiero destacar ni atenuar) es el
intrínseco rigor de la novela de peripecias. La novela característica,
"psicológica", propende a ser informe. Los rusos y los discípulos de los rusos
han demostrado hasta el hastío quenadie es imposible: suicidas por felicidad,
asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse
para siempre, delatores por fervor o por humildad... Esa libertad plena acaba
por equivaler al pleno desorden. Por otra parte, la novela "psicológica" quiere
ser también novela "realista": prefiere que olvidemos su carácter de artificio
verbal y hace de toda vana precisión(o de toda lánguida vaguedad) un nuevo
toque verosímil. Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son
inaceptables como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos como a lo
insípido y ocioso de cada día. La novela de aventuras, en cambio, no se propone
como una transcripción de la realidad: es un objeto artificial que no sufre
ninguna parte injustificada. El temor de incurriren la mera variedad sucesiva
del Asno de Oro, de los siete viajes de Simbad o del Quijote, le impone un
riguroso argumento.
He alegado un motivo de orden intelectual; hay otros de carácter empírico.
Todos tristemente murmuran que nuestro siglo no es capaz de tejer tramas
interesantes; nadie se atreve a comprobar que si alguna primacía tiene este siglo
sobre los anteriores, esa primacía es lade las tramas. Stevenson es más
apasionado, más diverso, más lúcido, quizá más digno de nuestra absoluta
amistad que Chesterton; pero los argumentos que gobierna son inferiores. De
Quincey, en noches de minucioso terror, se hundió en el corazón de laberintos,
pero no amonedó su impresión de unutterable and self-repeating infinities en
fábulas comparables a las de Kafka. Anota con justiciaOrtega y Gasset que la
"psicología" de Balzac no nos satisface; lo mismo cabe anotar de sus
argumentos. A Shakespeare, a Cervantes, les agrada la antinómica idea de una
muchacha que, sin disminución de hermosura, logra pasar por hombre; ese
móvil no funciona con nosotros. Me creo libre de toda superstición de
modernidad, de cualquier ilusión de que ayer difiere íntimamente de hoy o
diferirá demañana; pero considero que ninguna otra época posee novelas de tan
admirable argumento como The turn of the screw, como Der Prozess, como Le

Voyageur sur la terre, como ésta que ha logrado, en Buenos Aires, Adolfo Bioy
Casares.
Las ficciones de índole policial —otro género típico de este siglo que no
puede inventar argumentos— refieren hechos misteriosos que luego justifica e
ilustra unhecho razonable; Adolfo Bioy Casares, en estas páginas, resuelve con
felicidad un problema acaso más difícil. Despliega una Odisea de prodigios que
no parecen admitir otra clave que la alucinación o que el símbolo, y plenamente
los descifra mediante un solo postulado fantástico pero no sobrenatural. El
temor de incurrir en prematuras o parciales revelaciones me prohíbe el examen
del...
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