La invención de morel

Páginas: 105 (26223 palabras) Publicado: 27 de agosto de 2012
La invención
de Morel
Adolfo Bioy Casares

Emecé, Buenos Aires, 1953
Quinta edición, 1972

Los números entre corchetes corresponden
a la paginación de la edición impresa

A
Jorge Luis Borges

3

[11]

PRÓLOGO
Stevenson, hacia 1882, anotó que los lectores británicos desdeñaban un
poco las peripecias y opinaban que era muy hábil redactar una novela
sin argumento, o deargumento infinitesimal, atrofiado. José Ortega y
Gasset —La deshumanización del arte, 1925— trata de razonar el
desdén anotado por Stevenson y estatuye en la página 96, que “es muy
difícil que hoy quepa inventar una aventura capaz de interesar a
nuestra sensibilidad superior”, y en la 97, que esa invención “es prácticamente imposible”. En otras páginas, en casi todas las otras páginas,
aboga por lanovela “psicológica” y opina que el placer de las aventuras
es inexistente o pueril. Tal es, sin duda, el común parecer de 1882, de
1925 y aun de 1940. Algunos escritores (entre los que me place contar a
Adolfo Bioy Casares) creen razonable disentir. Resumiré, aquí, los
motivos de ese disentimiento.
El primero (cuyo aire de paradoja no quiero [12] destacar ni atenuar) es el intrínseco rigorde la novela de peripecias. La novela
característica, “psicológica”, propende a ser informe. Los rusos y los
discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es
imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas
que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por
fervor o por humildad... Esa libertad plena acaba por equivaler al plenodesorden. Por otra parte, la novela “psicológica” quiere ser también
novela “realista”: prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal
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y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo
toque verosímil. Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son
inaceptables como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos
como a lo insípido y ocioso de cada día.La novela de aventuras, en
cambio, no se propone como una transcripción de la realidad: es un
objeto artificial que no sufre ninguna parte injustificada. El temor de
incurrir en la mera variedad sucesiva del Asno de Oro, de los siete
viajes de Simbad o del Quijote, le impone un riguroso argumento.
He alegado un motivo de orden intelectual; hay otros de carácter
empírico. Todostriste-[13]mente murmuran que nuestro siglo no es
capaz de tejer tramas interesantes; nadie se atreve a comprobar que si
alguna primacía tiene este siglo sobre los anteriores, esa primacía es la
de las tramas. Stevenson es más apasionado, más diverso, más lúcido,
quizá más digno de nuestra absoluta amistad que Chesterton; pero los
argumentos que gobierna son inferiores. De Quincey, en noches de
minuciosoterror, se hundió en el corazón de laberintos, pero no
amonedó su impresión de unutterable and self–repeating infinities en
fábulas comparables a las de Kafka. Anota con justicia Ortega y Gasset
que la “psicología” de Balzac no nos satisface; lo mismo cabe anotar de
sus argumentos. A Shakespeare, a Cervantes, les agrada la antinómica
idea de una muchacha que, sin disminución de hermosura,logra pasar
por hombre; ese móvil no funciona con nosotros. Me creo libre de toda
superstición de modernidad, de cualquier ilusión de que ayer difiere
íntimamente de hoy o diferirá de mañana; pero considero que ninguna
otra época posee novelas de tan admirable argumento como The turn

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of the screw, como Der Prozess, como Le Voyageur sur la terre, como
ésta que ha logrado, en BuenosAires, Adolfo Bioy Casares. [14]
Las ficciones de índole policial —otro género típico de este siglo
que no puede inventar argumentos— refieren hechos misteriosos que
luego justifica e ilustra un hecho razonable; Adolfo Bioy Casares, en
estas páginas, resuelve con felicidad un problema acaso más difícil.
Despliega una Odisea de prodigios que no parecen admitir otra clave
que la alucinación o que...
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