La jirafa, el pelícano y el mono
No muy lejos de donde vivo hay una casa de madera abandonada, vieja y misteriosa, que se alza solitaria a un lado de la calle. Siempre he deseado explotar su interior, y cuando curioseo por una de sus ventanas todo lo que consigo ver es polvo y oscuridad. Se que la planta baja fue en otros tiempos una tienda, pues aún puedo leer un cartel descolorido en lafachada que dice EL EMPACHADERO.
Mi madre m ha dicho que, antiguamente, en nuestra región, esa palabra significaba dulcería, y ahora cada vez que la veo pienso para mis adentros lo preciosa que debió ser es vieja dulcería.
En el escaparate alguien había escrito con pintura las palabras SE BENDE.
Una mañana me fijé que habían borrado el SE BENDE del escaparate y que en su lugar alguien había pintadoBENDIDO. Me quedé mirando el nuevo cristal y diciéndome que ojalá hubiera podido ser yo el que la hubiera comprado, porque entonces me hubiera dedicado a convertirla otra vez e un empachadero. Siempre he deseado con todas mis fuerzas tener una dulcería. La dulcería de mis sueños estaría forrada de arriba abajo con Chupones de Sorbete y Crujientes de Caramelo y Toffees Rusos y Delicias deAzucarillo y Chicles de Crema y miles y miles de otras glorias parecidas. ¡Hay que ver lo que yo hubiera hecho con ese viejo empachadero si hubiera sido mío!
En mi siguiente visita a aquel lugar, estaba yo contemplando desde la acerca de enfrente el viejo y maravilloso edificio cuando de repente una enorme tina salido disparada por una de las ventanas del segundo piso y fue a estrellarse en mitad de lacalle.
Poco después, un retrete de porcelana blanco, que aún tenía sujeto su asiento de madera, salió volando por la misma ventana y aterrizó, haciéndose añicos, al lado de la tina.
Al retrete le siguió un fregadero, una jaula de canario vacía, una cama con dosel, dos bolsas de agua caliente, un caballito de madera, una máquina de coser y Dios sabe cuántas cosas más.
Parecía como si un locoestuviera arrancando todo lo que había dentro, porque también caían zumbando desde las ventanas trozos de escalera, pedacitos de barandilla y montones de baldosas viejas.
Después se hizo el silencio. Esperé un buen rato pero no salió ningún otro ruido del interior de la casa. Crucé la calle, me puse justo debajo de las ventanas y grité:
_ ¿Hay alguien en casa? _no hubo respuesta.
Acabóanocheciendo, así que tuve que regresar andando a casa. Pero habría podido apostar la vida a que nada me iba a impedir volver corriendo a la mañana siguiente a ver qué nueva sorpresa me esperaba.
Cuando volví a la mañana siguiente me fijé, antes de todo, en la nueva puerta. La vieja y sucia de color marrón había desaparecido y en su lugar alguien había instalado una completamente nueva de color rojo. Lapuerta nueva era fantástica. Era el doble de alta que la anterior y resultaba rarísima. No podía imaginarme quien podría necesitar una puerta tan tremente alta en su casa a menos que fuera un gigante.
También habían borrado del escaparate el cartel de BENDIDO y ahora había un montón de cosas escritas sobre el cristal. Lo leí y releí, tratando de descifrar qué diantres significaban aquellas palabras.Intenté captar algún ruido o signo de movimiento dentro de la casa, pero no hubo ninguno… hasta que, de repente… con el rabillo del ojo… vi que una de las ventanas del último piso empezaba a abrirse lentamente hacia fuera.
A continuación una cabeza asomó por la ventana abierta. Me quedé mirándola. La cabeza también me miraba con unos ojos negros, grandes y redondos.
De repente, una segundaventana se abrió de par en par y apareció algo muy curioso: un inmenso pájaro blanco,
Que, de un salto, se quedó encaramado en el alféizar. Supe qué animal era por su increíble pico, que parecía una enorme palangana de color naranja.
El pelícano me miró desde arriba y se puso a cantar: Por comer estoy ansioso. Un pescado bien sabroso. Sólo deseo probar. Ese plato delicioso. ¿Estamos lejos del...
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