La Lenta Agonia De Un Pueblo

LA LENTA AGONÍA DE UN PUEBLO


Después de dos horas de viaje, el contraste entre el campo y la ciudad se convierte en más palpable: atrás quedan los edificios y carteles que de forma vertiginosa se suceden; adelante, la quietud y el verde se confunden, y el paisaje resulta monótono en un suceder de tranqueras. La ruta 5 es el vehículo para hacer evidente esa transformación.
Allá por elkilómetro 170, doblando a la izquierda, 22 kilómetros más de barro y curvas de todo tipo, nos conducen al pequeño pueblo de Ramón Biaus, olvidado y perdido en la inmensidad de la pampa bonaerense.
Las vacas miran y algún que otro paisano saluda desde un sulqui. La estación de Henry Bell aparece entre cardos y no falta el galpón con la leyenda "Alfonsín presidente" entre un monte de eucaliptos. Mientrasel polvo del camino nos tapa, nos preguntamos cuánto falta para llegar.
La entrada del pueblo sorprende desde la quietud y las casas bajas sin revoque; las que quedan en pie. Las otras acusan el paso del tiempo y el abandono de sus dueños.
Enseguida un móvil policial se acerca para verificar quienes son los intrusos que llegaron al lugar. Es obvio, para el agente policial la cantidad de autosy la identificación de los dueños de los mismos es sumamente fácil en un pueblo que apenas pasa de los doscientos habitantes.
El trámite es rápido y, con los documentos en mano, se aclara la situación tras informar cual es el fin de la visita.
En las calles es poca la gente que anda. Sólo algún carro y muchas bicicletas dan vueltas por el lugar.
Más allá, los chanchos, las ovejas, los patos ylas gallinas pasean libremente por las calles, mientras los gritos de los teros rompen el silencio del lugar.
La curiosidad por Ramón Biaus viene por tratar de entender cómo sobrevive un pueblito, como miles en toda la Argentina, a treinta años del cierre de su estación de ferrocarril; y de cómo nadie tomó en cuenta las necesidades de la gente que vive en él.


"Acá desde que se fue el trenno quedó nada, la mayoría de la gente se fue después que se fue el tren" sostiene el "Morocho" Carbone.
Eduardo "Morocho" Carbone tiene hoy 91 años y el pelo blanco en su totalidad. El fresco de la tarde lo obliga a ponerse un buzo azul, que acompaña su bombacha y las alpargatas. Es el habitante más antiguo: nació en el pueblo y, tras algunos años de trabajo en la Patagonia, volvió para casarsecon "Tita". Hoy viven a tres cuadras de lo que fue la vieja estación de Ramón Biaus, lo mismo que decir del centro del poblado. Llevan más de 60 años juntos y son los testigos de cómo un pueblo con pretensiones de ciudad se convirtió, casi, en un poblado fantasma.
Morocho es un tipo parco, quizá algo desconfiado para "largar prenda". Pero aún así, habla amigablemente y muy pausado, pensando cadaidea, con un vozarrón que hace acordar a Perón. Mientras tanto, Tita ceba unos mates amargos y bien calientes. Tita es, por lejos, mucho más locuaz, lo que al viejo le molesta bastante al momento de la charla. De los tres hijos del matrimonio, dos se mudaron a Chivilcoy y su hija menor sigue cerca: es la maestra de la escuela de Biaus.
Cuando regresa a los tiempos de su infancia, en la primeradécada del siglo, Carbone recuerda que "el pueblo se formó cuando trajeron el ferrocarril, alrededor de la estación. En ese tiempo se le ponía el nombre del dueño del campo donde ponían la estación; por eso el nombre de Ramón Biaus".
Por momentos se toma un tiempo como para ser más preciso a la hora del recuerdo. Piensa, se pasa la mano por la frente, se toma un mate y mira a Tita para que lesirva de "ayuda memoria".
Tita lo lleva para mediados de los cuarenta, cuando ellos se casaron y él dejó de recorrer la Patagonia. Fue cuando ambos se afincaron en el lugar para dedicarse al campo.
"Yo iba a los remates y compraba la hacienda más fea, pero la más barata. Después la curaba en el campo y la vendía cuatro veces más cara".
Para la época, el tren tenía tres servicios diarios y era...