La ley de la calle
Susan E. Hinton
Traducción: Javier Lacruz
Otra para David
UNO
Me topé con Steve hace un par de días. Alucinó al verme. No nos habíamos visto desde hace la tira de tiempo.
Yo estaba sentado en la playa y él se acercó y me dijo:
—¿Rusty James?
—¿Qué pasa? —le contesté yo, que no lo había reconocido a la primera.
Ando un poco jodido de memoria.
—Soy yo, SteveHays.
Entonces me acordé y me sacudí la arena mientras me levantaba.
—¿Qué pasa tío?
—¿Qué haces aquí? —siguió diciendo.
Me miraba como si no pudiese creérselo.
—Vivo aquí. ¿Y tú qué haces?
—Estoy de vacaciones. Voy a esta Universidad.
—¿En serio? ¿Y para qué vas a la Universidad?
—Voy a dar clases cuando salga. En un instituto seguramente. ¡No me lo puedo ni creer! Pensaba que no volveríaa verte nunca. Y menos aquí.
Supongo que los dos teníamos las mismas posibilidades de andar por allí, aunque estuviésemos muy lejos de donde nos habíamos visto la última vez. La gente flipa con cosas muy raras. Me preguntaba por qué no me alegraba de verlo.
—Así que vas a ser profesor, ¿eh?
Estaba claro. Siempre andaba leyendo y tal.
—¿Y tú qué haces? —me preguntó.
—Nada. Pasar el rato.Pasar el rato es una profesión muy corriente por aquí. Puedes pintar, escribir, poner copas, o pasar el rato. Intenté poner copas una vez y no me enrolló.
—¡Dios mío, Rusty James! ¿Cuánto tiempo hace de aquello?
Me lo pensé un momento.
—Cinco o seis años.
Las Matemáticas nunca han sido mi fuerte.
—¿Cómo viniste a parar aquí?
Parecía que no podía pasar el tema.
—Alex, un amigo mío que conocí enel reformatorio, y yo nos pusimos a dar vueltas cuando salimos de allí. Llevamos aquí una temporada.
—¿En serio?
Steve no había cambiado nada. Tenía casi la misma pinta, menos por el bigote, que le hacía cara de chavalito invitado a una fiesta de disfraces. Pero ahora hay mucha basca que se deja bigote. A mí nunca me ha enrollado.
—¿Cuánto tiempo te pasaste allí dentro? —me preguntó—. Nunca meenteré. Ya sabes que nos fuimos de allí justo después.
—Cinco años.
No es que me acuerde mucho de eso. Ya dije que ando un poco jodido de memoria. Si alguien me da una pista, soy capaz de recordar las cosas. Pero si tengo que hacérmelo solo, más bien no. A veces Alex dice algo que nos hace acordarnos del reformatorio, pero en general no habla de eso. A él tampoco le gusta recordarlo.
—Una vezme incomunicaron —le dije a Steve, porque parecía que estaba esperando por algo.
Me miró un poco raro y dijo:
—¿Eh? Perdona.
Se había quedado mirando una cicatriz que tengo en el costado. Es como una raya blanca abultada. Nunca se pone morena.
—Me la hicieron con una navaja en una pelea —le conté—. Hace la tira de tiempo.
—Ya lo sé. Estaba yo allí.
—Es verdad.
Se me vino la pelea a lacabeza. Fue como ver una película. Steve apartó los ojos un momento. Me di cuenta de que estaba intentando pasar de las otras cicatrices. No es que salten a la vista, pero tampoco son difíciles de ver si uno sabe adonde mirar.
—¡Oye! —dijo demasiado de repente, como si estuviese tratando de cambiar de tema—, quiero que conozcas a mi chica. No se lo va a creer. No te había visto desde que teníamos...¿trece años?, ¿catorce? Aunque no sé yo —me echó una mirada que era medio en serio, medio en broma— si dejarás en paz a las tías de los demás.
—Sí. Tengo una chica.
—O dos o tres.
—Sólo una —le contesté.
Me gustan las cosas sin complicaciones, y puedo jurar que una sola ya puede complicarte bastante.
—¿Por qué no quedamos para cenar en algún sitio? —me dijo—. Podemos hablar de los viejostiempos. Me han pasado tantas cosas desde entonces, tío...
Le dejé que sacase a relucir aquella época y aquel sitio, aunque no me enrollaba hablar de los viejos tiempos. Ni siquiera me acuerdo de ellos.
—Rusty James... —decía él ahora—, me pegaste un buen susto cuando te vi. ¿Sabes quién creí que eras al principio?
Se me cerró el estómago como un puño, y el miedo de siempre empezó a subirme por...
Regístrate para leer el documento completo.