la ley
—¿Y después?
—Enalgún momento el tipo se irá al baño —dice Pablo—. Tú sacas la pastilla y la disuelves en el vaso de él. Esperas diez minutos, te pones la chaqueta, pides un permisopara ir tú también al baño y te desapareces. Lo mejor es que tomes un taxi y te vengas a dormir.
—¿Dónde estarán ustedes? Alberto contesta:
—En el bar, charlando ytomándonos unos tragos. Nos acercaremos a él y nos encargaremos del resto.
—Recuerda una cosa —le dice Pablo alzando la mano derecha—. Tienes que echarle lapastilla entre las diez y media y las once y media. No te puedes pasar de esa hora.
—No se preocupen, no les voy a fallar —dice María con aplomo en la voz. —Bueno,entonces nos vemos esta noche —dice Pablo poniéndose de pie. Alberto lo imita y le dice a María antes de salir:
—Quema las fotografías y tira las cenizas a la basura.—Listo.
Se despiden de ella dándole un beso en la mejilla, abren la puerta del apartamento y bajan por las escaleras en busca del primer piso, donde está la salida deledificio.
A las nueve y media María entra al bar, se sienta en la barra, pide la carta y elige un coctel bautizado con un nombre que le causa gracia: «La cueva delpirata Morgan». El mesero se marcha y diez minutos después regresa con un vaso agujereado que simula una caverna transparente. La bebida parece agua de mar por efectodel vidrio azulado y por la espuma que la recubre hasta la circunferencia superior del recipiente.
—Espero que le guste —dice el mesero observándola con ojos
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