La libertad de expresion

LA LIBERTAD DE EXPRESION

Dejemos a un lado la anécdota, a pesar de la tentadora que resulta porque ofrece posibilidades infinitas a la diatriba y a la ironía. El problema no es el caso de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística contra Los hijos de Sánchez. El problema es de principio: hasta que punto es licito (y quiero hacer constar que he usado esta palabra en un sentido mas amplioque el meramente jurídico), hasta que punto es licito que el pensamiento –ya sea científico o filosófico--, que las actividades creadoras del espíritu obedezcan a las leyes propias de de su desarrollo o se ciñan a criterios extraños a ellas y que se le impongan desde afuera. Hasta que punto la ciencia y el arte pueden ser independientes y encontrarse a el margen de los dictados del moral, de lasexigencias y conveniencias de la política, de los dogmas de la religión y de las rutinas de la sensibilidad. Hasta que punto el descubrimiento de una verdad o al realización de una obra estética, al lesionar intereses sociales muy determinados y sólidos, debe ser negada o destruida.
En el terreno de los hechos la historia nos ofrece ejemplos innumerables de violaciones a la libertad de pensar yde expresarse, violaciones que, a veces, no se han detenido en el objeto que provoca las perturbaciones sino que han llegado hasta su autor para exterminarlo. Si los atenienses no hubieran tenido una terminología diferente a la nuestra (lo cual fue de parte de ellos según nuestros nacionalistas a ultranza) habían acusado a Sócrates no de corromper a la juventud ni de sembrar la duda sobre lainfalibilidad y la omnipotencia de sus dioses, sino de disolución social. A los contemporáneos de Galileo les pareció denigrante para la dignidad humana el hecho de que la tierra no ocupara un lugar de privilegio en el sistema solar y que los demás astros no giraran a su alrededor, como muestra de tributo y pleitesía.
Ya Quevedo se preguntaba, inflamado de indignación, si siempre se ha de sentirlo que se dice y nunca se ha de decir lo que se siente. Porque la alternativa es creer en los ídolos a los que rinde culto la multitud, aunque esos ídolos se fabriquen con las materias más deleznables o desenmascararlos y exhibirlos en su última fealdad y desnudez.
Nadie espera que la multitud (que si ha fabricado esos ídolos o los ha recibido que veneración es precisamente porque los necesitay que si los ha hecho con materias deleznables es o porque no dispone de otras) mantenga una actitud vigilante y critica y someta a exámenes periódicos los lugares comunes que tienen la gran fuerza de la inercia y que le sirven para vivir. Pero si ha de esperarse que el intelectual cumpla con su función, que es la de no aceptar las verdades decretadas como ciertas sino después de haberlassometido a prueba y la de descubrir verdades que permanecían ocultas, aun a riesgo de poner en crisis los sistemas establecidos.
Aristóteles afirmaba que la primera condición del filósofo era la capacidad de asombro. Esta capacidad es innata y los niños la posen en su plenitud, pero los adultos la conservan únicamente cuando se han resistido, con éxito, a aceptar los hechos, por su simple condiciónde hechos que están ahí, como inmutables y como validos. O a negarlos, cerrando los ojos, cuando esos hechos contradicen de manera palmaria las ilusiones con las que nos protegemos de los rigores de la realidad.
El asombro lleva a inquirir las causas de los fenómenos, a desmontar sus mecanismos, a encontrar el secreto que permite manejarlos, a cambiar las cosas. Conocer y hacer son dosmomentos de una misma actividad. Perfeccionar la naturaleza con los productos de la cultura, humanizar el mundo, a eso se reduce, en suma, la vocación del intelectual. En mayor o en menor medida se aproxima cada uno, al emprender su tarea concreta, a la realización de estos postulados ideales. Y el margen de la aproximación es el equivalente al tamaño de la grandeza.
Entre sus instrumentos de...