La Literatura

Páginas: 28 (6779 palabras) Publicado: 8 de septiembre de 2011
Lectura y poder
Agosto de 2003. Resistencia.
Septiembre de 2003. Córdoba.
En un tiempo me gané la vida dando clases particulares. Durante el año preparaba alumnos para el ingreso, y en noviembre y febrero, a los que se habían llevado materias a examen. Así la conocí a Cristina. Tenía las uñas muy largas y muy bien cuidadas, era remolona, se distraía fácil y planeaba casarse cuanto antes porquede ese modo –explicaba– iba a poder pasarse el día mirando televisión sin que nadie le dijera nada. Cristina tenía que rendir, entre otras materias, Historia. Le tocaba Historia Medieval y tenía un libro, creo que el de Ibáñez. Los “tiempos oscuros”, como los llamaba el manual, eran para Cristina impenetrables. Lo único que recordaba de ellos era un dato que aparecía en cuerpo menor en su libro,junto a la foto en blanco y negro de un códice, y era que “los monjes escribían los libros con tinta gris y los ataban con cadenas”. Sólo eso recordaba, pero lo recordaba muy bien y lo traía a colación indefectiblemente.
Aprendiendo a mi vez de Cristina, que a esta altura seguramente tiene hijos grandes y, si se casó joven como prometía, tal vez incluso tenga nietos, voy a empezar por aquí estasreflexiones sobre la lectura y el poder. A Cristina la tinta gris le sabía posiblemente a secreto, a disimulo, a “tinta invisible” (puede ser que también a aburrimiento), y la cadena, a vigilancia, control, propiedad –propiedad privada– y exclusión. En todo caso, se trataba de una imagen de poder muy reveladora de la que me gustaría partir.
La lectura tiene que ver con el poder, siempre ha sidoasí, Cristina nos lo recuerda; no sólo por lo que respecta a las costumbres archivistas de los monjes medievales sino también por lo que respecta a la propia Cristina, que se consideraba por completo extranjera al libro, ajena a todo interés lector, perdida, con respecto a la lectura, en el más yermo de los desiertos. Olvidar que la lectura se vincula al poder sería una forma de desactivarla, devolverla inocua, la convertiría en adorno, artículo suntuario o “buena costumbre”. No es un buen camino. Se les puede decir a los que rehúsan leer que les convendría hacerlo porque leer es “placentero”, “divertido”, o “genial”, pero si son como Cristina argumentarán que mirar la televisión todo el día es aún más placentero, divertido y genial para ellos, y que no entienden por qué insistir con lalectura, que además, sin lugar a dudas, implica mucho más trabajo. Y eso revela que hay una falla en el lugar donde se ha instalado la cuestión. Nadie necesitó nunca que se le dijera que hacer un asado, pasear, tirarse al sol, tararear una canción o hacer el amor es placentero y que entonces conviene no olvidarse de hacerlo...
Si se cree que leer vale la pena (yo creo que sí) y que reinstalar yredefinir la lectura es algo útil, algo que podría llegar a suponer, para todos, alguna forma de liberación de la pesadez del mundo y sus condiciones, es importante recuperar cuanto antes el lazo de la lectura con el poder, su cara vivaz, indómita, urticante, hasta peligrosa. Y me refiero tanto al poder que significa la lectura para quien lee (que ya voy a tratar de definir más adelante), como alpoder que ejerce un determinado orden social (pienso en sociedades como la nuestra, en la que hay una apropiación muy desigual de los bienes, materiales y simbólicos) sobre la lectura en general, el modo en que se la administra, se organizan los circuitos, se crean los acervos y los cánones, se libera o se controla el flujo de la información, se moldea el imaginario, etc. Control que no seríanecesario si no fuese que la lectura es, en sí, poderosa, díscola y audaz.
Lo que Cristina recordaba a su manera y con esa imagen pintoresca –la de la concentración del conocimiento y de la letra en el interior de los monasterios durante los primeros siglos de la Edad Media, y el extraordinario valor de los códices manuscritos–, refleja muy bien esa situación de disparidad y de control. La letra...
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