La Llave
La casona hermética llena de cansadoresrituales de limpieza, órdenes y prohibiciones, habría sido intolerable si la personalidad de la abuela no hubiese colocado un matiz de vida a esas caras eternamente en penitencia; a las bocas quesólo sabían implorar misericordia a una divinidad que Yael abominaba en secreto. Las crías debatían en frecuentes cambios de delantales según fuera el trabajo que iban a desempeñar. Uno para sacar labasura, previo encerramiento de toda la familia por temor a respirar el mal olor y sus efectos contaminadores. Otro para lavar las verduras y frutas, también temidas por haber sido regadas en aguasajenas. Otro para cocinar. Otro para servir la mesa. Yael asistía a tales cambios de indumentaria compadecida de las mujeres que debían someterse a esos ejercicios a cambio de un salario, la comida yel alojamiento en el departamento de la servidumbre.
La abuela no sólo era una alegre castañuela. También sabía ejercer un poder absoluto sobre la familia y la gente de servicio. Pero losjueves llegan los pobres para recibir de sus manos, una bolsa con mercadería, algunas hortalizas y frutas. Entonces Yael oía las alabanzas repetidas por labios descoloridos que dejaban al aire encías...
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