La mística fragancia de los sueños de amor
Ella, su hermosa amante de ojos melindrosos que burbujean dulzura, se subió entonces una de sus medias veladasde color verde intenso. Unas medias veladas que ella se subió de forma muy sensual, como imitando el erotismo de una luna recién enamorada o recién invadida por unas ansias sumamente fervorosas deamar. Unas medias veladas que, por cierto, era lo único, además de su peluca violeta, que el terso y nacarado cuerpo de aquella hermosa y sin igual mujer de ardiente alma y ardiente atractivo, llevabapuesto. Lo único que ella llevaba puesto, a decir verdad, tras el arranque desenfrenado e incontrolado de pasión que hacía poco se había tomado aquella habitación en la que ambos estaban, así como labañera de al lado y alguno que otro de los rincones más vírgenes del infinito. Luego, pasados unos cuantos segundos de que ella se subiera una de sus medias veladas verdes y se echara hacia atrás unode los mechones de su peluca, ella, valiéndose de su aire más coqueto, le preguntó a él:
—¿Cuándo? ¿Cuándo fue, amor mío, que soñaste conmigo?
—La otra noche. Antes de conocernos. Antes de quepudiera oler por primera vez tu perfume —contestó él, tranquilamente, enamoradamente, y mientras exhalaba suave y dulcemente el humo de su cigarrillo.
Ella lo escuchó encantada. Luego lo volteó aver. Quería ver sus ojos. Esos ojos color miel que parecen ser los socavones secretos y misteriosos donde se resguarda la esencia de la eternidad. Esos ojos que parecen evocar algún que otro tramo...
Regístrate para leer el documento completo.