la madame de pivare

Páginas: 44 (10885 palabras) Publicado: 20 de agosto de 2015


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La marquesa de la Pivardiere: E.T.A. Hoffmann

La marquesa de la Pivardière (Die marquise de la Pivardiere)es un relato de terror del escritor alemán E.T.A. Hoffmann, publicado en 1821.




La marquesa de la Pivardière.
Die marquise de la Pivardiere, E.T.A. Hoffmann (1776-1822)

Un hombre de clase baja llamado Barré había logrado llevar a su novia, alanochecer, al bosque de Boulogne, y allí, después de haber abusado de ella, como estaba celoso de otro, la mató, dándole de cuchilladas. La joven, que vendía frutas, debido a su extraordinaria belleza y a la honestidad de su conducta, era conocida por el nombre de la bella Antoinette. Así es que todo París hablaba del crimen de Barré, y tampoco se habló de otra cosa en la reunión que solía tenertodas las tardes en su casa la duquesa de Aiguillon, más que del espantoso asesinato de la pobre Antoinette. La duquesa se extendía en observaciones morales, y exponía con gran elocuencia cómo el funesto abandono de la enseñanza y de la religiosidad en el pueblo bajo, engendraba el crimen, al que permanecían ajenos el espíritu y el carácter de las clases elevadas. El conde de Saint-Hermine, quesiempre fue el alma de las reuniones, aquella tarde permanecía reservado, y la palidez de su semblante denotaba que algún suceso desagradable le había trastornado. No pronunció palabra en toda la tarde, pero cuando la duquesa terminó de hacer sus comentarios moralizadores, comenzó:

—Perdón, mi honorable señora. Barré lee perfectamente, escribe con una caligrafía perfecta, incluso sabe de cuentas;añádase a esto que toca, y no mal, el violín; y por lo que respecta a la religión, en su vida ha probado una onza de carne los viernes, con regularidad oye su misa, y todavía más: la mañana del día que cometió el asesinato, se confesó. ¿Qué podéis objetar a su formación y a su religiosidad?

La duquesa dijo que el conde, con sus cáusticas observaciones, quería dar rienda suelta a su irritación, quehoy le privaba de su acostumbrado buen humor y agrado. Continuaron hablando de lo mismo, y como un joven caballero comenzase a describir con todo pormenor las circunstancias del crimen de Barré, el conde de Saint-Hermine, impaciente, levantóse de su asiento, y con tono terminante exigió que le expulsasen de la tertulia si continuaba con esa conversación, que le atenazaba el pecho y le heríaprofundamente, produciéndole un dolor que precisamente trataba de curar, distrayéndose en la reunión. Rodeáronle todos, insistiendo para que confesase el motivo de su tristeza:

—No llaméis tristeza al sentimiento que hoy me domina y me hace aparecer malhumorado. Perdonadme que manifieste un justo dolor al no poder soportar que se hable del crimen de Barré, en cuanto os diga que estoy profundamenteconmovido. Un caballero, al que yo más apreciaba, el más bravo y valiente de mi regimiento, el más fiel de todos, el marqués de la Pivardière, ha aparecido hace tres noches asesinado en su lecho.
—¡Cielos! —gritó la duquesa—. ¡Qué nuevo crimen tan espantoso! ¿Cómo es posible que haya sucedido esto? ¡Pobre infeliz marquesa! —Nada más profirió la duquesa estas palabras todos se olvidaron del marquésasesinado para compadecer a la marquesa, y agotaron los elogios de la encantadora y espiritual dama, cuyas virtudes y buen sentido eran modelo, y en otro tiempo con el nombre de Demoiselle de Chauvelin, fue el adorno de los mejores círculos de París.
—¡Pues esta espiritual y virtuosa mujer —dijo el conde con el tono de la más profunda amargura—, el adorno de los mejores círculos, es la que ha matado asu esposo, con ayuda de su confesor, el malvado Charost!

Mudos de horror se quedaron todos mirando al conde, quien inclinándose profundamente ante la duquesa, que estaba a punto de desmayarse, abandonó el salón. Francisca Margarita Chauvelin había perdido a su madre en la primera infancia y su educación estuvo enteramente en manos de su padre, un hombre muy inteligente, pero severo y de gran...
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