La mala memoria

Páginas: 13 (3244 palabras) Publicado: 19 de noviembre de 2011
La mala memoria

José Quesada Moreno

Querida Natalia: Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que te envié una carta, y mucho más desde que desapareciste. En la última carta te contaba lo de Benjamín y te pedía, en nombre de mamá, que volvieras; y en esta, tantos años después, vuelvo a pedírtelo, en mi nombre. Sería bueno que tu rencor cediera a este llamado que te hago desde la sangre.Papá anda desquiciado, perdido en la espiral antojadiza de la memoria. Dicen que es alzheimer. Y mamá dejó de hablar hace algunos años. Fue muy duro para ella perderte en vida, y de lo de Benjamín nunca se repuso. Decidió ir callando poco a poco, como si en el silencio estuviera el consuelo que todos quisimos negarle, hasta que el sigilo acabó por crearle una costra endurecida e impermeable aldolor. Hace unos días, sin que nadie pudiera imaginarlo, rompió el mutismo de tantos años para nombrarte. Y lo hizo como si hubiera sido ayer la última vez que mentó tu nombre. Creo que lo de papá también es voluntario, que de alguna manera trata de enmascarar los estragos de la rabia con esa docilidad deliberada que ha confundido a los médicos. Se pasa todo el día punteando las cuerdas de labandurria en el balcón, se olvida de comer y de asearse y no se levanta de la silla hasta que la mierda y la saliva arrasan con su ensimismamiento y lo devuelven, turbado, de algún lugar de la memoria. Entonces me parece un animal herido en lo profundo, más allá de la piel, podrido de inmundicia, sin ganas de revolverse, y triste. Tan triste que sería capaz de perdonarte si ahora vuelves. Pero no es porél que quiero que regreses, es por mamá, pues temo que retorne a un silencio del que ya no vuelva más que para morirse. Hace unas semanas nos mudamos. La casa donde nacimos se ha convertido en una carga demasiado pesada para mí. Seguramente, en tu memoria, la recordarás grande. A mí me pasa con los lugares a los que no he vuelto desde hace mucho tiempo. Pero no es por eso; la casa es pequeña, siguesiendo pequeña, pero le haría falta una reforma que no puedo costearme y unas ganas de luchar por ella que no encuentro por más que me voltee el ánimo y me diga que es el único patrimonio y el único recuerdo que me quede cuando papá y mamá se vayan para siempre. Lo cierto es que desde hace tiempo la casa se cae a trozos y en el silencio de las madrugadas se oye un

crepitar de huesos viejosque ha hecho de mí una vieja insomne y alterada. Le regurgitan las tripas, se le cascarilla la piel a lascas enormes, le duelen los tabiques y el relente entra por las melladuras que las lluvias han ido labrando entre las tejas con la tenacidad silenciosa de muchos años. La casa donde nacimos, Natalia, es un animal viejo que da vueltas sobre sí para posarse dentro de su muerte. Y yo no puedo conella. Ahora vivimos en un pisito de dos habitaciones, con discretas modernidades como ventanas de aluminio lacado, azulejos en el baño y en la cocina, y puertas acharoladas que simplifican la limpieza; paredes de una reciedumbre de papel que no se descascarillan y techos bajos donde no anida la humedad y el tufo a mobiliario rancio. Y lo que es mejor: no parece que vaya a derrumbarse de un momento aotro. No te contaré lo que me costó convencerlos. Mamá accedió con la condición de que trasladáramos algunos de los enseres donde pudiera estar cerca de ellos, no sé si para resguardarlos de los destrozos del polvo y la humedad o para vigilarlos indefinidamente. Arrastró hasta la calle la mecedora donde murió la abuela hace cuarenta años, el carillón despendulado que ya contaba las horas cadacincuenta minutos cuando tú estabas entre nosotros, unos candelabros de latón patinados de cera derretida, una litografía de la Inmaculada Concepción y un baulito de enea donde guarda, intacta e inmaculada como la virgen, la vajilla completa que el padre de papá le regaló el día de su boda. El resto de los enseres, por pesados o voluminosos, se limitó a señalármelos mientras le seguía los pasos por...
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