La mano junto al muro
La mano de la mujer se apoyaba en la vieja pared; su mano de uñas pintadas descansaba sobre la piedra carcomida: una mano pequeña,ancha, vulgar, en contacto con el frío muro robusto, enorme, viejo de siglos, fabricado en épocas antiguas para que resistiese el roce del tiempo y, sin embargo, ya destrozado, roto en su vejez. Por mirar el muro, el hombre pensó (o dijo): «Hay en esta pared un camino de historias que se enrolla sobre sí mismo, como la serpiente que se muerde la cola».
El hombre hablaba muchas cosas. Antes-cuando entraron en el cuarto, cuando encontró en el espejo los blancos redondeles que eran las gorras de los marineros- murmuró: «En ese espejo se podía pescar tu vida. O tu muerte».
Hablaba mucho el hombre. Decía su palabra ante el espejo, ante la pared, ante el maduro cielo nocturno, como si alguien pudiese entenderlo. (Acaso el único que lo entendió en el momento oportuno fue el pequeñoindividuo del sombrerito ladeado, el que intervino en la historia de los marineros, el que podía ser considerado -a un tiempo mismo- como detective o como marinero).
Cuando miraba la pared, el hombre hizo serias explicaciones. Dijo: «Trajeron estas piedras hasta aquí desde el mar; las apretaron en argamasa duradera; ahora, los elementos minerales que forman —122→ el muro van regresando en lentodesmoronamiento hacia sus formas primitivas: un camino de historias que se enrolla sobre sí mismo y hace círculo como una serpiente que se muerde la cola». Hablaba mucho el hombre. Dijo: «Hay en esa pared enfermedad de lo que pierde cohesión: lepra de los ladrillos, de la cal, de la arena. Reciedumbre corroída por la angustia de lo que va siendo».
La mano de la mujer se apoyaba sobre el muro.Sus dedos, extendidos sobre las rugosidades de la piedra, sintieron la fría dureza de la pared. Las uñas tamborilearon en movimiento que decía «aquí, aquí». O, tal vez, «adiós, adiós, adiós».
El hombre respondió (con palabras o con pensamientos): «La piedra y tu mano forman el equilibrio entre lo deleznable y lo duradero, entre la apresurada fuga de los instantes y el lento desaparecer de loque pretende resistir el paso del tiempo».
El hombre dijo: «Una mano es, apenas, más firme que una flor; apenas menos efímera que los pétalos; semejante también a una mariposa. Si una mariposa detuviera su aletear en un segundo de descanso sobre la rugosa pared, sus patas podrían moverse en gesto semejante al de tu mano, diciendo «aquí, aquí», o, acaso, «adiós, adiós, adiós».
El hombre dijo:«Lo que podría separar una cosa de otra en el mundo del tiempo sería, apenas una delgada lámina de humana intención, matiz que el hombre inventa; porque, al fin, lo que ha de morir es todo uno y sólo se diferencia de lo eterno».
Eso dijo el hombre. Y añadió: «Entre tu mano y esa piedra está sujeta la historia del barrio: el camino de historias enrollado sobre sí mismo como una serpiente que semuerde la cola. Aquí está la lenta decadencia del muro y de la vida que el muro limitaba. Tu mano dice qué sucede cuando un castillo frente al mar cambia su destino y se hace casa de mercaderes; cuando, entre las paredes de una fortaleza defensiva, se confunde el metal de las armas con el de las monedas».
Rio el hombre: «¿Sabés qué sucede?... Se cae, simplemente, en el comercio porteño por...
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