La Marca Del Ganado Pablo De Santis
El primer animal apareció en el campo de los Dosen y a nadie le hubiera llamado la atención de no haber estado tan cerca del camino y con la cabeza colgando. Fue a fines del 82 o principios del 83, me acuerdo porque hacía pocos meses que había terminado la guerra y todos hablábamos del hijo de Vidal, el veterinario, que había desaparecido en el mar. Paraescapar del dolor, de esa ausencia tan absoluta que ni tumba había, Vidal se entregó al trabajo, y como no eran suficientes los animales enfermos para llenar sus horas, investigó cada una de las reses mutiladas que empezaron a aparecer desde entonces. En realidad nunca supimos con certeza si el de los Dosen fue el primer caso, porque sólo desde entonces nos preocuparon las señales: aquí nuncallamó la atención una vaca muerta.
Al principio los Dosen le echaron la culpa al Loco Spica, un viejo inofensivo que andaba cazando nutrias y gritando goles por el campo, con una radio portátil que había dejado de funcionar hacía un cuarto de siglo. A todos nos pareció una injusticia que los Dosen le echaran la culpa, porque el viejo podía matar algo para comer, pero nunca hubiera hecho algo así:la cabeza casi seccionada, tiras de cuero arrancadas en distintos puntos de una manera caótica y precisa a la vez, como si el animal se hubiera convertido en objeto de una investigación o de un ritual. Y quedó claro que el Loco Spica no había tenido nada que ver, porque en marzo del 83, durante la inundación, apareció flotando en el río diez kilómetros al sur, y las mutilaciones -esa fue lapalabra que usó Vidal, el veterinario, la primera vez y que todos nosotros usamos desde entonces- continuaron.
No me acuerdo si siguió después aquel novillo en el campo de la viuda Sabella o el ternero que apareció atado al molino derrumbado, con la cabeza de otro en lugar de la suya. En cada caso nuestro comisario, Baus, fue a buscar al veterinario para que estudiara las marcas y tratara deencontrar alguna pista. El comisario parecía desconcertado: nunca en su vida había investigado nada, ya que en el campo, a diferencia de la ciudad, las cosas son o bien demasiado evidentes o completamente invisibles, y tanto en un caso como en otro la investigación es inútil.
A partir de entonces, el bar que heredé de mi padre y que apenas me permite sobrevivir, se convirtió en una especie de foro sobrelas mutilaciones. A nadie le importaba una vaca de más o de menos, porque acá cuestan poco y nada, pero asustaba imaginar al culpable, solo, en la noche, derribando al animal con un golpe en la cabeza, inventando formas distintas para cortarlo, a veces vivo todavía (así lo aseguraba el veterinario). Yañéz, el mecánico, decía que era una secta, y que sabía de casos parecidos en las afueras deTrenque Lauquen. Soria, el jefe de estación, hablaba de ovnis, él siempre estaba viendo luces en el cielo, sacaba fotografías, paseaba solo por el campo en espera del encuentro. Las mutilaciones eran para él experimentos; los extraterrestres analizaban las muestras de tejido. Como le dije que eso podría explicar los cortes pero no otras aberraciones (las cabezas trocadas, las langostas encerradas enlas heridas, las flores emergiendo de las órbitas oscuras) Soria se defendía: era un experimento, sí, pero sobre nosotros: estudiaban nuestras reacciones ante lo malvado y lo desconocido.
Baus, el comisario, si tenía alguna teoría, la callaba. Investigó a los crotos que siempre andan por aquí y a fuerza de tantos interrogatorios terminó espantándolos, y hasta el día de hoy casi no ha vuelto aaparecer ninguno. Una noche, cuando le pregunté si realmente creía que eran ellos, me respondió tranquilo: es uno de nosotros.
¿Pero quién? Porque aquellas mutilaciones no traían ningún beneficio ni seguían un plan reconocible. Podían caer en el campo de cualquiera, y tampoco dentro de su locura seguían un sistema determinado. Vidal anotaba todo en una libreta de tapas azules, pero salvo cierta...
Regístrate para leer el documento completo.