La Maria Jorge Isaacs

LA MARIA

Capitulo I:
Era yo un chiquillo cuando mis padres me internaron en un colegio de Bogotá.
En la noche del viaje a penas y pude dormir: mi espíritu se inundaba de recuerdos felices de las pasadas horas. Al otro día los besos de mis padres y hermanos, al decirme adiós, mis lágrimas no se resistieron y en el momento de mi separación las derrame una por una.
María, paciente y humilde aguardaba su turno con las manos unidas y sin decir una sola palabra, diciendo unas cuantas palabras en mi mejilla se despide. Luego mi padre y yo subimos la colina de la vereda, mire hacia abajo buscando a esos seres tan queridos de los que hoy me despedida: allí estaba maría, me ajito un pañuelo y, en aquel adiós, me dijo muchas cosas, ¡muchas!, que en mi alma dejaron indeleble nuestra futurahistoria…

Capitulo II:
Seis años más tarde, en agosto, regresaba con el corazón lleno de gozo y amor a la tierra que me vio nacer. Mis ojos contemplaban con avidez aquellos rincones medio ocultos al viajero por las copas de añosos guadales y bambúes, florecidos, pisamos e higuerones frondosos.
Cruzaba planicies alfombradas de verdes gramales, y el perfume de la naturaleza traía a misevocaciones el de los pomposos vestidos de… <<ella>>, cuyo nombre creí escuchar hasta en el canto de las aves.
Estaba mudo ante tanta belleza, por que el cielo, los horizontes, las pampas y las cumbres del cauca dejan sin palabras a quien
Los contemplan.
Antes de ponerse el sol, ya había yo alcanzado la silueta del hogar. Y, las herraduras de mi caballo chispeaban sobre el patio.
Cuando mimadre me abrazo, sentí una sensación, era el goce supremo, que conmovía a mi naturaleza virgen. Apenas y pude reconocer, a las mujeres que con mi madre salieron, eran las hermanas que deje niñas.
También estaba maría, contemplándome absorta con sus ojos llenos de generosas pestañas, humedecidas al sonreír a mi primera muestra de afecto.

Capitulo III:
Sentado entre mis padres, las mujeres seempeñaban en hacerme probar sus colaciones y cremas, sonrojándose aquella a quien yo dirigiera palabras de admiración. María me ocultaba sus ojos, más si pude admirar en ellos la hermosura de las chicas de su raza, o mismo que en aquellos labios rojos, graciosamente imperativos, que en algún instante me hicieron ver el simétrico arco de una bellísima dentadura. La muchacha llevaba su hermosacabellera castaño oscuro arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de ellas posaba un hermoso clavel rojo. Vestía un traje de muselina ligera, azul pálido, un pañolón de hilo purpura le ocultaba el seno hasta la base de su garganta rosada. Mientras se inclinaba pude observar el envés de sus brazos, tornados deliciosamente, y las manos blancas.
Concluida la comida, los esclavos levantaronlos manteles. Uno de ellos empezó el padre nuestro y los demás concluimos la oración.
Para permitir que la charla entre mis padres y yo tomara un carácter mas confidencial, maría se retiro con mi hermana Emma. Volvieron después para mostrarme la habitación que me tenían dispuesta. Deseaban las mujeres observar el efecto que pudiera causarme el esmerado preparativo del cuarto, por cuyo ventanalabierto ascendían hasta la mesa contigua los brotes de un hermoso rosal. Cerca de la cabecera estaba la pequeña dolorosa que de niño había presidido mis altares.
Libros, mapas, asientos cómodos y un hermoso juego de baño completaba el ajuar.
-¡bellísimas flores!- no pude por menos de exclamar ante las que, de un florero y del jardín, semicubrian la mesa.
-maría recordó que te agradaban mucho-dijo alguien. Entonces, volví hacia ella los ojos para darle las gracias, y observe que los suyos se esforzaban en sostener siquiera aquella vez mi mirada.
-por favor-insinué-, maría querrá guardármelas porque las flores suelen ser nocivas en los dormitorios.
-¿de veras?-me respondió-. Pues si, voy a llevármelas ahora mismo. Y mañana las repondré.
¡Que acento más dulce envolvía aquellas...