la meningitis y su sombra
Ayestarain acaba de salir. Me ha dicho que la enferma sigue mejor, y
que mucho se equivoca, o me veré uno deestos días libre de la
presencia de María Elvira.
--Sí, compañero--me dice. Libre de veladas ridículas, de amores
cerebrales, y ceños fruncidos... ¿Se acuerda?
Mi cara no debe expresar supremaalegría, porque el taimado galeno se
echa a reir y agrega:
--Le vamos a dar en cambio una compensación... Los Funes han vivido
estos quince días con la cabeza en el aire, y no extrañe, pues, si hanolvidado muchas cosas, sobre todo en lo que a Vd. se refiere... Por
lo pronto, hoy cenamos allá. Sin su bienaventurada persona--dicho sea
de paso--y el amor de marras, no sé en qué hubiera acabadoaquello...
¿Qué dice Vd.?
--Digo--le he respondido--que casi estoy tentado de declinar el honor
que me hacen los Funes, admitiéndome a su mesa...
Ayestarain se echó a reir.
--¡Noembrome!... Le repito que no sabían dónde tenían la cabeza...
--Pero para opio, y morfina, y calmante de mademoiselle, sí, eh? Para
eso no se olvidaban de mí!
Mi hombre se puso serio y me miródetenidamente.
--¿Sabe lo que pienso, compañero?
--Diga.
--Que usted es el individuo más feliz de la tierra.
--¿Yo, feliz?...
--O más suertudo. ¿Entiende ahora?
Y quedó mirándome. ¡Hum!--medije a mí mismo:
O yo soy un idiota, que es lo más posible, o este galeno merece que lo
abrace hasta romperle el termómetro dentro del bolsillo. El maligno
tipo sabe más de lo que parece, y acaso,acaso... Pero vuelvo a lo de
idiota, que es lo más seguro.
--¿Feliz?...--insistí sin embargo--¿Por el amor estrafalario que Vd.
ha inventado con su meningitis?
Ayestarain tornó a mirarmefijamente, pero esta vez creí notar un
vago, vaguísimo dejo de amargura.
--Y aunque no fuera más que eso, grandísimo zonzo...--ha murmurado,
cogiéndome del brazo para salir.
En el camino--hemos...
Regístrate para leer el documento completo.