la metamorfosis - franz kafka
peripecia subterránea y literal de Gregor Samsa, un viajante de comercio que al despertarse
una mañana «de un sueño lleno de pesadillas se encontró en su cama convertido en un bicho
enorme». En pocos libros de Kafka queda tan explícito y tan nítido su mundo como en La
metamorfosis, en la que elprotagonista, convertido en bestia, sumido en la más absoluta
incomunicación, se ve reducido cruelmente a la nada y arrastrado inexorablemente a la muerte.
Otros escritos de Kafka desarrollan rigurosas variaciones paralelas, desmenuzan inexorables
pesadillas, asignan obsesiones enigmáticas a personajes desorientados y vencidos, pero tal
vez sea La metamorfosis la narración que mejor expresa al «hombreprimordial kafkiano». De
ahí que merezca la calificación unánime de obra perfecta y obra maestra, un texto
decididamente superior en el panorama de la literatura universal del siglo XX.
Franz Kafka
La Metamorfosis
ePUB v1.0
Jagoba 26.05.11
Capítulo 1
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre
su cama convertido en un monstruosoinsecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de
caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras
en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar
al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le
vibraban desamparadas ante losojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía
tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba
extendido un muestrario de paños desempaquetados —Samsa era viajante de comercio—, estaba colgado
aquel cuadro que hacía poco había recortado de una revista yhabía colocado en un bonito marco dorado.
Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy
erguida y levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había desaparecido su
antebrazo.
La mirada de Gregorio se dirigió después hacia la ventana, y el tiempo lluvioso —se oían caer gotas
de lluvia sobre la chapa del alféizar de laventana— lo ponía muy melancólico.
«¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?»
Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho,
pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado
derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentócien veces, cerraba los ojos
para no tener que ver las patas que pataleaban, y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en
el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido.
«¡Dios mío! —pensó—. ¡Qué profesión tan dura he elegido! Un día sí y otro también de viaje. Los
esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el mismo almacén de la ciudad, y además se me haendosado este ajetreo de viajar, el estar al tanto de los empalmes de tren, la comida mala y a deshora,
una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás llega a ser cordial. ¡Que se
vaya todo al diablo!»
Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera
de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que laparte que le picaba estaba
totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa
parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos.
Se deslizó de nuevo a su posición inicial.
«Esto de levantarse pronto —pensó— hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros
viajantes viven como pachás. Si yo, por...
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