La modernidad y el cuerpo heller
Por: AGNES HELLER
La lista de promesas que hizo la modernidad y nunca cumplió es notablemente larga. Si intentásemos compilar un inventario de ellas, a la cabeza de la lista figuraría con toda probabilidad el compromiso fáustico (aunque no de Goethe, sino de sus interpretes) de un dominio completo de la naturaleza o, tal como lo formuló uno de sus lectores másvisionarios de Fausto, Kart Marx: obligar a ceder terreno a las barreras de la naturaleza. Seguimos teniendo, sin embargo, las mismas viejas dificultades que tuvieron nuestros ancestros para reprimir, silenciar y sublimar la «naturaleza en nosotros»; y nos enfrentamos además a la crisis ecológica exterior. Se hizo también la firme promesa de «planear» y «construir» una sociedad «racional», despuésde milenios de crecimiento meramente orgánico. Robespierre nos aseguró que sería la política la que aportaría aquello sobre lo que sólo se había especulado o soñado en el ámbito de la filosofía, y Hegel garantizó que el Espíritu del Mundo volvería a casa y la Razón y la Libertad se armonizarían en la Historia Universal.
Pero después de Auschwitz y del GULAG cabe plantearse dudas sobre lacredibilidad de esa promesa y, con el reciente hundimiento de la «sociedad planeada científicamente», puede que la modernidad tenga menos energías para planificar y proyectar de las que necesita para sobrevivir. En la era de la ciencia triunfante se anunciaban también remedios definitivos para todas las tribulaciones básicas de la vida (desde la pobreza hasta la mortalidad), así como la fórmula quepodría aportar bases seguras a toda certidumbre humana, frágil hasta entonces. Aunque la ciencia, uno de nuestros instrumentos problemáticos pero decisivos para mantener el equilibrio de la modernidad y para iluminar la opacidad del mundo externo, es algo a lo que no se puede renunciar ni abandonar, la confianza agresiva en Condorcet en sus poderes curativos se haya totalmente minada. Acabamoscomprendiendo, para pesar de revolucionarios tecnológicos como Teller, que había que controlar las ambiciones ilimitadas de la ciencia, que no era solo un poder liberador sino también una fuente potencial de opresión (por ejemplo, en los crueles experimentos de «ciencia social» realizados sobre sujetos experimentales vivos), y que su certidumbre era un «paradigma» o, dicho de otro modo, el máximo acuerdoalcanzable en la época sobre la que se sabe, y no un compendio de verdades eternas.
Una de las promesas más destacadas de esta larga lista, promesa que nunca se ha cumplido, era la liberación del cuerpo. Heine aclamó, en el alba de la modernidad, el aura emancipatoria de las ingles desnudas de Venus en el lienzo de Tiziano, el cual, en opinión del poeta, contribuyó con más eficacia que elmensaje ascético del monje Wittenberg, a la disolución de un viejo orden que estaba podrido, pero que se obstinaba en sobrevivir. El «comunismo» cultural de Heine era también, entre otras cosas, un radicalismo del Cuerpo Liberado. Feuerbach, maestro filósofo de los jóvenes revolucionarios, se esforzó por aunar la dualidad Kantiana y la materia sensorial corpórea. Parecía que ese acto de integraciónhabía abierto, para él y, por un momento, para todos sus discípulos revolucionarios, el camino hacia la autonomía política y religiosa de la humanidad. De todas estas rapsodias líricas y filosóficas afloró el postulado siguiente: había que abolir la dualidad cristiana de alma y cuerpo para que pudiera nacer la famosa «libertad de los modernos». En la vanguardia intelectual imperaba la certidumbreinterna de que la modernidad conseguiría realizar esa hazaña. Esta obsesión por la tarea de liberar el cuerpo de sus ataduras era tan febril, el odio a la dicotomía cristiana tan visceral, que ni siquiera se tuvo en cuenta la advertencia de Hegel. Este afirmó insistentemente, quizás de forma más directa en su Estética, que en lo que él denominó cultura «simbólica» u oriental no existía aún la...
Regístrate para leer el documento completo.