La Moral Es Un Arbol Que Da Moras
Por Carlos Monsiváis
No existe en la cultura política del país un documento más valioso para entender la idiosincrasia de los revolucionarios institucionalizados que las Memorias de Gonzalo N. Santos, ni pluma más apta que la de Monsiváis para revelarnos el helado terror que producía el Alazán Tostado, cacique por antonomasia, al hacer del asesinato su únicoali...ado y mejor consejero. ¿Cuántos caciques quedan en México? ¿Es el caciquismo la Última Thule del autoritarismo que la democracia no podrá vencer en ese corto plazo que para cada generación hace las veces de larguísimo plazo? ¿Es el cacique el dictador a escala? ¿Qué son los líderes sindicales: caudillos nonatos o caciques que son emblemas rurales en medios urbanos?
Si se puede aventurar unahipótesis, la demasía del presidencialismo convirtió en cacicazgos a todos los poderes subalternos. Sólo ha concebido un caudillo, un gran señor, y los demás han sido depositarios regionales o gremiales del poder menor. Así han sido igualmente caciques los gobernadores, los secretarios generales, los monopolistas del poder en un estado o una región, Rubén Figueroa en Guerrero, Fidel Velázquez enla CTM, Leonardo Rodríguez Alcaine en el Sindicato Mexicano de Electricistas, Leobardo Reynoso en Zacatecas, y las decenas de miles de figuras que para quienes los padecen resultan arquetipos o estereotipos de la falta de libertades.
Estamos ante la única, múltiple biografía del concesionario de la hegemonía del presidencialismo, del detentador de la franquicia del mando, el "presidente a escala"al que no suelen visitar los corresponsales extranjeros. En un nivel, se trata de la sordidez del feudalismo que resiste a la modernidad; en otro, de la producción incesante de personajes de novela noir o de thriller donde los callejones solitarios se vuelven súbitas fosas comunes. El caciquismo es el México Bronco (o Acicalado) que ve en la democratización al enemigo. Pueden ser banqueros quereinan sobre créditos o autopréstamos; o Alfredo López, el Rey Lopitos, el líder de las colonias populares en Acapulco, asesinado por orden de un "alto funcionario"; o Alfredo Gutiérrez, el Rey de la Basura, asesinado por una de sus 32 o 35 esposas, que se fijó la meta de 150 hijos llegando apenas a la módica cifra de setenta vástagos; o Guillermina Rico, la lideresa de los vendedores ambulantes; oSara Ornelas, la lideresa de los vendedores de lotería, o...
Quizás la novedad de los años últimos es el "caciquismo de género", la emergencia de miles de mujeres con dones organizativos, astucia y capacidad de negociación que, sobre todo en las colonias populares, en los gremios y en los movimientos sociales, se manejan con implacabilidad y asumen las características "masculinas" con fiereza yfalta de concesiones.
¿Cuál es el retrato inmejorable de un cacique o de una cacica, en esta época de "masificación de Doña Bárbara"? En la literatura, no escasean los retratos memorables: de Mariano Azuela (Los caciques), de Mauricio Magdaleno (Saturnino Herrera en El resplandor) y, sobre todo, la creación de Juan Rulfo, Pedro Páramo, el señor de la Media Luna, el padre de multitudes, el año delderecho de pernada, el dueño de la vida y la muerte en la Comala interminable. En el cine mexicano hay también retratos extraordinarios: el cacique de Río Escondido de Emilio Fernández (Carlos López Moctezuma), Rosauro Castro en la película de ese nombre de Roberto Gavaldón, con Pedro Armendáriz como la presencia que es señorío que intimida y acorrala, cada movimiento una proyección legendaria.En cuanto a documentos generados por los propios caciques, el más notable a nuestra disposición es la autobiografía del cacique por antonomasia, un producto de la gran picaresca de la Revolución Mexicana.
Del caciquismo como la filmación de un western en una aldea medieval
¿Cómo hacerle justicia a las Memorias (1987) de Gonzalo N. Santos, el casi eterno cacique de San Luis Potosí, el Alazán...
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