la muerte britanica
Soy doña Pelayo de la Cruz, mujer del embajador de España en Londres. Me toca coger el avión por primera vez y por desgracia no tuve más opción que viajar en un low-cost. Asíva el mundo ahora e incluso una dama de mi rango tiene que doblegarse a estos imperativos de la vida moderna. Pero no acabo de conformarme ¿cómo se les ocurre mezclar a la flor de la sociedad con elpueblo llano? En fin…
Estoy esperando en la sala de embarque, y aunque esté en una zona que no tenga nada de estilo, me he emperifollado y estoy divina, como conviene que esté una señora como yo.Observo a la muchedumbre y me aparece muy curiosa: es todo un popurrí de gente, todas las generaciones se mezclan, todas las razas, todos los rangos. Allí en el fondo hay un grupo de ingleses, sondiecisiete hombres, les reconozco muy bien, ellos sí que pertenecen a mi especie: su forma de actuar, de llevar el sombrero, el bastón, el traje; su manera de cruzar las piernas, de mantener la espaldasiempre recta, los labios apretados, los ojos fijos e inexpresivos.
Me enamoré del estilo inglés, me miro con ilusión en las ladies. Llevo veinte años viviendo en Londres, veinte años esforzándomeen imitarlas, haciendo lo posible para ser tan distinguida como lo son ellas y como les gusta que seamos a ellos. Y ahora he llegado hasta el punto en el que me da grima ver a mi marido con suapariencia tan típica de la burguesía clásica de España. No puedo verlo ni en pintura, sueño cada noche con Lord Wellington – que por cierto se parece mucho al inglés número tres – y estoy por dejarlo todo eirme con él para siempre. Al ver estos diecisiete lords se me despiertan las fantasías.
Entramos en el avión y por suerte me toca un asiento muy cerca de ellos, ubicado de tal manera que les puedover a todos. ¡Qué bellos son! Pero noto algo curioso en su expresión, una rojez en sus mejillas, una indolencia en su conducta. Parecen todos muy cansados, un sopor flota en el aire que les rodea....
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