la muerte de nuestros héroes
La generación de mis padres tuvo sus heroes: eran actores de cine, fisiculturistas, millonarios y en algunos momentos cantantes de boleros y demusica prohibida por el Papa. Sus referencias eran: Gregory Peck, John Wayne, Rita Hayworth, Cantinflas y Joselito. Sinónimo de ser rico era convertirse en un Rockefeler y de fuerte era poder aspirara ser Charles Atlas. En las fiestas cuando ya se podían contar las copas y botellas en los ojos vidriosos de los comensales, me acostumbré a oir comentarios lascivos sobre los pechos de Sofia Loren olas piernas de Gina Lollobrigida.
Hubiera podido continuar viviendo instalado en nuestro mundo, hubiera podido agregar a ese universo los comics de Fantomas, Condorito, las series de Batman yPerdidos en el espacio. Y hubiera podido tener mi propia colección de Reader Digest o Buenhogar.
La educación limeña de los setentas seguramente me habría ayudado en esa integración cultural: ennuestro curso de literatura, de los autores que escribíamos o sobre los que nos contaban (nunca nadie nos recomendó leer una novela) todos estaban muertos.. y nuestro deberes escolares podían incluirvisitar la calle o el parque que la sociedad le había dedicado al famoso escritor de la semana. Sabía nombres de escritores famosos y nombres de sus libros, pero acceder a ellos tenía el mismo componentede fantasia que los pelos rojos de Rita Hayworth o los pechos de Sofia Loren.
Un buen día por azahar o casualidad tuve la suerte de conocer un libro de Vargas Llosa y descubrir que los escritoresexistían, que eran seres humanos y no solo nombres de calles o plazas. Poco a poco descubrí que existían otros escritores, que en esa época había una suerte de super liga de escritores y que incluso seleían entre ellos y que además eran amigos y que a veces vivían en las mismas ciudades. Era mejor que Superman y la Mujer Maravilla en un mismo episodio de los Super Amigos.
Vargas Llosa...
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