La Muerte De Rasuñiti

Páginas: 14 (3308 palabras) Publicado: 17 de julio de 2011
LA MUERTE DE LOS ARANGO

Primer premio del Concurso Latinoamericano de Cuento en México. (1955)

• Cuento completo

Contaron que habían visto al tifus, vadeando el río, sobre un caballo negro, desde la otra banda donde aniquiló al pueblo de Sayla, a esta banda en que vivíamos nosotros. A los pocos días empezó a morir la gente. Tras del caballo negro del tifus pasaron a esta bandamanadas de cabras por los pequeños puentes. Soldados enviados por la Subprefectura incendiaron el pueblo de Sayla, vacío ya, y con algunos cadáveres descomponiéndose en las casas abandonadas. Sayla fue un pueblo de cabreros y sus tierras secas sólo producían calabazas y arbustos de flores y hojas amargas. Entonces yo era un párvulo y aprendía a leer en la escuela. Los pequeños deletreábamos a gritos enel corredor soleado y alegre que daba a la plaza. Cuando los cortejos fúnebres que pasaban cerca del corredor se hicieron muy frecuentes, la maestra nos obligó a permanecer todo el día en el salón oscuro y frío de la escuela. Los indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos, y muchas veces los brazos del cadáver sobresalían por los bordes. Nosotros los contemplábamos hasta que el cortejose perdía en la esquina. Las mujeres iban llorando a gritos; cantaban en falsete el ayataki, el canto de los muertos; sus voces agudas repercutían en las paredes de la escuela, cubrían el cielo. parecían apretarnos sobre el pecho.

La plaza era inmensa, crecía sobre ella una hierba muy verde y pequeña, la romesa. En el centro del campo se elevaba un gran eucalipto solitario. A diferencia de losotros eucaliptos del pueblo de ramas escalonadas y largas, éste tenia un tronco ancho, poderoso, lleno de ojos, y altísimo; pero la cima del árbol terminaba en una especie de cabellera redonda, ramosa y tupida. "Es hembra", decía la maestra. La copa de ese árbol se confundía con el cielo. Cuando la mirábamos desde la escuela, sus altas ramas se mecían sobre el fondo nublado o sobre las abras delas montañas. En los días de pestem los indios que cargaban los féretros, los que venían de la parte alta del pueblo y tenían que cruzar la plaza, se detenían unos instantes bajo el eucalipto. Las indias lloraban a torrentes, los hombres se paraban casi en círculo con los sombreros en la mano, y el eucalipto recibía a lo largo de todo su tronco, en sus ramas elevadas, el canto funerario. Después,cuando el cortejo se alejaba y desaparecía tras la esquina, nos parecía que de la cima del árbol caían lágrimas, y brotaba un viento triste que ascendía al centro del cielo. Por eso la presencia del eucalipto nos cautivaba; su sombra, que al atardecer tocaba al corredor de la escuela, tenía algo de la imagen del helado viento que envolvía a esos grupos desesperados de indios que bajaban hasta elpanteón. La maestra presintió el nuevo significado que el árbol tenía para nosotros en esos días y nos obligó a salir de la escuela por un portillo del corral, al lado opuesto de la plaza. El pueblo fue aniquilado. Llegaron a cargar hasta tres cadáveres en un féretro. Adornaban a los muertos con flores de retama; pero en los días postreros las propias mujeres ya no podían llorar ni cantar bien;estaban roncas e inermes. Tenían que lavar las ropas de los muertos para lograr la salvación, la limpieza final de todos los pecados.

Sólo una acequia había en el pueblo; era el más seco, el más miserable de la región, por la escasez de agua; y en esa acequia, de tan poco caudal, las mujeres lavaban en fila, los ponchos, los pantalones haraposos, las faldas y las camisas mugrientas de los difuntos.Al principio lavaban con cuidado y observando el ritual estricto del pichk'ay; pero cuando la peste cundió y empezaron a morir diariamente en el pueblo, las mujeres que quedaban, aun las viejas y las niñas, iban a la acequia y apenas tenían tiempo y fuerza para remojar un poco las ropas, estrujarlas en la orilla y llevárselas, rezumando todavía agua por los extremos. El panteón era un cerco...
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