la muica

Páginas: 44 (10858 palabras) Publicado: 14 de octubre de 2013
El pirata de la costa
Esta historia inverosímil empieza en un mar que era como un sueño azul, de un color tan vivo como el de unas medias de seda azul, y bajo un cielo tan azul como el iris de los ojos de los niños. Desde la mitad oeste del cielo el sol lanzaba pequeños discos dorados sobre el mar: si mirabas con suficiente atención, podías ver cómo saltaban de ola en ola para unirse en unlargo collar de monedas de oro que confluían a un kilómetro de distancia antes de convertirse en un crepúsculo deslumbrante. Entre la costa de Florida y el collar de oro, fondeaba un flamante y airoso yate blanco, y bajo la toldilla de popa azul y blanca, tendida en una tumbona de mimbre, una joven rubia leía La rebelión de los ángeles de Anatole France.
Tendría unos diecinueve años, y era delgada yflexible, con seductores labios de niña mimada y vivaces ojos grises llenos de radiante curiosidad. Sin calcetines, con un par de zapatillas de raso azul que le servían más de adorno que de calzado y le pendían descuidadamente de la punta de los dedos, apoyaba los pies en el brazo del sillón vacío que tenía más cerca. Mientras leía, se deleitaba de vez en cuando pasándose por la lengua medio limónque tenía en la mano. El otro medio, chupado y seco, yacía en cubierta, a sus pies, meciéndose suavemente de acá para allá al ritmo casi imperceptible de la marea.
La segunda mitad del limón estaba casi exprimida y el collar de oro se había dilatado asombrosamente, cuando, de pronto, un rumor de pesadas pisadas rompió el silencio soñoliento que envolvía al yate, y un hombre maduro, coronado poruna cabellera gris y bien cortada, que vestía un traje de franela blanca, apareció por la escalera que llevaba a los camarotes. Se detuvo un momento, hasta que sus ojos se acostumbraron al sol, y, cuando vio a la chica bajo la toldilla, lanzó un largo gruñido recriminatorio.
Si había querido producir algún tipo de sobresalto, estaba condenado a la decepción. La chica, sin inmutarse, pasó dospáginas, retrocedió una, levantó el limón mecánicamente a la distancia requerida para saborearlo, y luego, muy débilmente pero de modo inconfundible, bostezó.
—¡Ardita! —dijo enfadado el hombre del pelo gris.
Ardita emitió un ruidito que no significaba nada.
—¡Ardita! —repitió—. ¡Ardita!
Ardita levantó lánguidamente el limón y dejó que dos palabras se le escaparan antes de lamerlo.
—Ay, cállate.—¡Ardita!
—¿Qué?
—¿Quieres escucharme, o tengo que llamar a un criado para que te sujete mientras hablo contigo?
El limón descendió lenta y desdeñosamente.
—Dímelo por escrito.
—¿Puedes tener la amabilidad de cerrar ese libro abominable y dejar ese repugnante limón un par de minutos?
—¿Puedes dejarme en paz un segundo?
—Ardita, acabo de recibir una llamada de la costa…
—¿Una llamada? —porprimera vez mostraba un leve interés.
—Sí, era…
—¿Quieres decir —lo interrumpió, sorprendida— que han llamado desde la costa?
—Sí, y precisamente ahora…
—¿Y los otros barcos también han captado la llamada?
—No. Es una línea submarina. Hace cinco minutos…
—¡Qué barbaridad! La ciencia es oro, o algo por el estilo, ¿no?
—¿Quieres dejar que termine?
—¡Suéltalo!
—Bien, parece… He subido porque…—hizo una pausa y tragó saliva varias veces, como un loco—. Ah, sí. Jovencita, el coronel Moreland ha llamado otra vez para preguntarme si era seguro que te llevaría a cenar. Su hijo Toby ha venido desde Nueva York para conocerte y ha invitado a otros jóvenes. Por última vez, ¿quieres…?
—No —cortó Ardita—. No quiero. He venido a esta maldita travesía con la única idea de ir a Palm Beach, y tú losabes, y me niego terminantemente a ver a ningún maldito coronel ni a ningún maldito muchacho, se llame Toby o como se llame, y a poner el pie en alguna otra maldita ciudad de este Estado de locos. Así que, o me llevas a Palm Beach, o te callas y te vas.
—Muy bien. ¡Es el colmo! Encaprichándote de ese hombre, un hombre famoso por sus excesos, un hombre al que tu padre ni siquiera le hubiera...
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