La mujer perfecta

Páginas: 11 (2513 palabras) Publicado: 19 de mayo de 2013
Una tarde mientras leía un libro, me encontré con una curiosa interrogante sumamente ridícula para mi lógica debo decirlo; pero que para mi gran sorpresa, me pareció interesante. Recitaba más o menos así: “¿Sabe usted cual es el único animal de toda la creación, capaz de cometer un pecado capital?” Cuando pensé la respuesta, tuve que reírme, pues sabía que el autor de haber bregado conmigo,estaría totalmente de acuerdo con mi terminación. Entonces sólo dije: « ¡Desde luego: el hombre! ¡¿Acaso podría haber criatura alguna más obstinada a otorgarse toda clase de goces sin remordimientos estúpidos que vosotros mismos?! ¡Asnos debimos haber sido, ja, ja!» Me estremecí. Estas palabras trajeron consigo, un diluvio de recuerdos a mi ya rancia memoria ensombreciendo cualquier otro objeto quediseminara luz en mi mente. La evocación de mi juventud, me embargaba necesariamente a un traspaso de nociones sinsabor, imágenes entintadas de hábitos errabundos y de evidencias artificiales. ¡Pero cuan necio había sido yendo en pos de una quimera superflua! Me había enamorado de una poesía vana, de aquel arrebato teatral que fantaseó el hombre para justificar los medios y sus pasiones. ¿Cuántotiempo no desperdicié en coincidir con mi legítima felicidad? ¡Pobre animal cautivado de un disfraz! Pero no, no voy a entreteneros con lamentaciones lacrimógenas de mis experiencias, os relataré un hecho notable e inadvertido de mi vida. He aquí, hermanos, la historia de un pobre imbécil:
Mi nombre real es Pierre Jules Hans Bracquemont, pero desde los veintiséis, decidí sustituirlo por unseudónimo más sencillo así que desde entonces me hice llamar: Egaeus. Nací en la noble estirpe de una familia de príncipes y condes, así que por este aspecto, jamás sufrí insuficiencias de ninguna índole. Mi vida había discurrido siempre entre esparcimientos de todo tipo: arquero, músico, jugador de dados, corredor de caballos, experto en mujeres, perros y vinos. Durante mi juventud, conocí y merelacioné con una gran multiplicidad de personas que provenían en tanto de la realeza, como de entre el vulgo. Y así mismo, gozaba de una distinguida celebridad. Todo cuanto me rodeaba, parecía avasallarse bajo el nimbo de mis pies, de ello, que algunos aseguraran que un genio me asediaba. Y por esto mismo, me había vuelto el hombre más caprichoso, arrogante y vanidoso de la corte y del mundo también.Sabía que era un caballero enérgico y apuesto, esto me valía en gran parte para alcanzar algún cometido que yo daba en cualquiera de los casos, por hecho; cómo obtener la cordialidad de mis iguales, y la simpatía de las doncellas, ¡oh, si! ¡Especialmente de ellas! En las recepciones y los bailes, yo era el que elegía siempre a mi pareja preferida. Estas reuniones, no eran más que un mercadoselectivo para mí, donde sólo escogía lo que más se acercara al ejemplar de mi complacencia. Las miraba a todas, y por sus contoneos, adivinaba sus esperanzas de que me determinara a invitarlas a bailar, pero de entre toda esa concentración de sonrisas y vestidos pomposos, me decidía invariablemente, por la más guapa, la de mejor cuerpo y de mirada sensual. ¡Pero eso sí! ¡Las de piel oscura noentraban a la categoría de mis predilectas!
Así era pues, haciendo todo cuanto quería y cómo quería, entregado totalmente a la holganza y la bohemia, era un disipado incorregible. Debo reconocer para mi vergüenza, que esa vida malgastada y llena de excesos, me gustó. Tal era mi negligencia de mi mismo que no parecía cambiar de hábitos en ningún momento, es más, de haber poseído el rico elixir de laeterna juventud, me habría transformado yo mismo, en el propio Lucifer.
Una mañana, cuando rozaba yo la edad brillante de treinta y dos años, me encontraba en el jardín de mi palacio tomando el desayuno junto a mi madre, la Condesa de Porta-Dei: Carlota Elena, Aguiar y Bolaño, viuda del Conde de Gondariu. Mi señora era una dulce y bella española que se había entregado en primeras nupcias con un...
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