La Mujer
Crecí negándoles mi sexualidad; como si mantuviera una lucha privada en un mundo invisible y paralelo. Ellas expertas en lasdistancias cortas, desplegaron todas sus virtudes, que no eran menos despiadadas que un arsenal medieval: espadas subliminales, palabras de tonos como flechas; ballestas de labios carnosos haciendopuntería en el blanco de un instante preciso, el engaño de un movimiento que finge ser imprevisto, mientras te cortan el aire con un suspiro de doble filo, una insinuación sin dueño y luego te bailan vestidascon el vapor que ciñe su cintura. Reconozco que me causaron heridas profundas, aunque no de muerte. Entonces no sabía de qué debía resguardarme. Pero a juzgar por la inversión de recta a curva, lalínea de sus miradas; el creciente adiestramiento en la lucha cuerpo a cuerpo y el destello premeditado en la comisura de sus labios; da a prevenir.
En aquel entonces, ellas, tan impúberes como yo,sabían perfectamente qué hacer conmigo y cómo, sin siquiera haberlo hecho jamás. Verdaderas infantas personas adultas. Y puesto que audaces, a mis candorosos años, las hube de afrontar con negativasincómodas y rotundas… y recién convencidas, depositaban a mis pies -con la facilidad de un dios que acomoda circunstancias futuras- promesas de disposición permanente: “cuando tú quieras, no importa...
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