La Nada
En efecto, la primera impresión que ofrece estelibro es la de un copioso caudal de chismes literarios, que abarca casi la mitad del siglo XX. De modo implacable y no menos divertido, Bioy y Borges critican a escritores, amigos, familiares, cantantes, historiadores, próceres, artistas así como a doctrinas estéticas, filosóficas, políticas, lingüísticas, con palabras muchas veces lapidarias; siempre impecables. No es de extrañar que algunossectores de la crítica hayan recibido esta obra con perplejidad, e incluso ciertos escritores, como Ricardo Piglia, con bastante enojo, calificándola como “una venganza de Bioy contra Borges”. Motivos no les faltan. Sin embargo, la mayor ironía del libro resida quizás en el hecho de que Borges y Bioy ya no puedan acusar esos reclamos. De manera que estos apuntes viene a ser –y quizás ésa sea una de lasocultas intenciones de su autor– la última y descomunal broma que este par de escritores, al mejor estilo de sus heterónimos Bustos Domecq y Suárez Lynch, le han dejado, le guste o no, a la posteridad.
Pero Borges no es sólo un manual ejemplar del agravio. Es mucho más: un valioso legado de opiniones sobre la literatura universal. Una recopilación de impresiones, confidencias e ideasde Bioy y Borges, pero en especial de este último, algunas de ellas jamás publicadas antes, y otras incluso radicalmente opuestas a las que el autor expuso en libros, entrevistas y conferencias. La sobriedad, claridad y agudeza del estilo de esta obra hacen de sus páginas una cátedra inmejorable de escritura, y al mismo tiempo, un espléndido libro de memorias. Un ameno diario en el que se describecon deleite y minuciosidad el devenir de la vida privada de uno de los autores más universales de este continente: sus antipatías intelectuales, sus dolencias físicias y amorosas, su exquisito sentido del humor, sus achaques y desplantes, sus viajes y manías, y su manera de lidiar con la fama y también con esa soledad que lo acompañó durante casi toda su vida
No deja de llamar laatención por otra parte que la escritura de este diario, muy a pesar de su autor, asome entre líneas la sensación de una certeza no muy feliz. Una sensación de la que Bioy jamás pudo librarse: la de haber sido visto durante toda su vida, por gran parte de la crítica y de los lectores –¿acaso por sí mismo también?–, como la sombra de Borges. Sin duda, saberse el amigo de ese monumento de la literaturatendría para Bioy la ventaja de poder nutrirse de modo cercano de esa maestría, y más aún, de esa amistad, pero al mismo tiempo, acarrearía la penosa tarea, casi condena, de sobrellevar el nombre de Borges adosado a su vida y obra personal, restándoles luz propia. Resulta por ello emotiva a la vez que exacta la reflexión de Bioy, a pocos minutos de haberse enterado de la muerte de su amigo enGinebra, en la que dice: “Pasé por el quiosco... sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges”. Uno podría arriesgarse a decir –aunque no deje de ser una hipótesis patética–, que Bioy intuyó que en un mundo sin Borges, él también perdía el paso y fallecía de alguna forma, desvaneciéndose en vida, no sólo por la ausencia del amigo y del maestro, sino porque gran parte de su identidad...
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