La naranja mécanica
Por José Miguel Viña Hernández
El mecanismo sigue intacto. Sus casi cuarenta años no han conseguido oxidarlo.Sigue emanando un zumo de sabor ambiguamente amargo, como la condición humana. Su atemporalidad convierte a La naranja mecánica (A clockwork orange) en un legado generacional. Cuando se cumplen diez añosde la muerte de Kubrick, la película vuelve a las salas españolas, coincidiendo con el reciente homenaje que el Festival de Sitges ha brindado a su actor protagonista, Malcolm McDowell.
La naranjamecánica (Stanley Kubrick, 1971) toma como punto de partida la novela, del mismo nombre, que Anthony Burgess consigue publicar en 1962. La adaptación cinematográfica sorprende por su fidelidadextrema a un texto no exento de polémica. Pese a todo, el mensaje cinematográfico y la "moraleja" literaria difieren diametralmente. En una edición reciente (Barcelona, Ediciones Minotauro, 2008), prologadapor el autor, Burgess señala la lectura inadecuada que finalmente ha pervivido en el imaginario colectivo. La novela se estructuraba en veintiún capítulos, y así vio la luz en Europa. La ediciónnorteamericana prescindía del último capítulo, donde se manifestaba un giro radical en la conducta de Alex, una llamada a la integración social y al rechazo a la violencia. Años después, el proyectoencabezado por Kubrick adapta el texto publicado en los EE.UU., omitiendo el happy-endque originariamente concibió Burgess. En cualquier caso, la obra cinematográfica es un claro exponente distópico, comolo es 1984 (Orwell), inmune a la esperanza. La novela transita con exceso de velocidad hacia la utopía.
En La naranja mecánica se reabre un debate sobre la condición humana que Rousseau, uno de losmáximos exponentes de la Ilustración, sintetizó al decir que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad es quien lo corrompe. En cualquier caso, film y novela coinciden en retratar la...
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