la naturaleza

Páginas: 10 (2381 palabras) Publicado: 26 de abril de 2014
Lengua Española
Prof. Agustín Cadena Vicente
Rómulo y Remo













Rómulo y Remo
La urgencia del hambre no puede compararse con la de otras necesidades. Prueben a decir en voz alta: ‘’Necesito un par de zapatos… necesito un peine… necesito un pañuelo’’; callen un momento, para recobrar el aliento, y digan luego: ’’Necesito una comida’’; notarán de inmediato la diferencia.Cualquier otra cosa, pueden ustedes tomarse tiempo para pensarla, buscarla, elegirla, incluso renunciar a ella; pero en el momento en que se confiesen ustedes que necesitan una comida ya no tienen tiempo que perder. Deberán encontrar la comida o morirse de hambre. El cinco de octubre de este año, a mediodía, en la plaza Colonna, me senté en la barandilla de la fuente y me dije a mi mismo:‘’Necesito una comida’’. Desde el suelo, a donde dirigía mis ojos durante esta reflexión, levante la mirada hasta el tráfico del Corso y lo vi nublado y tembloroso: hacía más de un día que no comía, y, ya se sabe, lo primero que sucede cuando se tiene hambre es ver las cosas famélicas, es decir, vacilantes y débiles como si las propias cosas tuvieran hambre. Luego pensé que debía de encontrar esa comida ypensé que si esperaba un poco más ya no tendría ni fuerzas para pensar, y comencé a reflexionar sobre la manera de encontrarla lo más pronto posible. Desgraciadamente, cuando se tiene prisa no se piensa nada bueno. Las ideas que se me ocurrían no eran ideas, sino sueños:
-‘’Subo a un tranvía… le quito la cartera a alguien… me escapo’’; o bien: -‘’Entro en un comercio, voy hacia la caja, agarro lapasta… escapo’’. Casi me dio pánico y pensé: ‘’De perdidos, al rio; me da lo mismo hacerme arrestar por ultraje a la autoridad… en la comisaria me darán una sopa’’. En ese momento, un muchacho, junto a mí, llamo a otro:
-¡Rómulo!
Entonces, ante aquel grito, me acorde de otro Rómulo que había estado conmigo en el servicio militar. Había tenido en aquella época la debilidad de contarle algunasmentiras que tenía dinero, allá en mi pueblo, cuando la verdad es que no he nacido en ningún pueblo, sino en las inmediaciones de Roma, en Prima Porta. Pero, ahora, aquella debilidad me venía muy bien. Rómulo había abierto una trattoria hacia el lado del panteón. Iría allí y comería la comida que necesitaba. Después cuando llegara la cuenta echaría mano de la amistad, el servicio militar juntos, losrecuerdos. En resumen, Rómulo no me haría arrestar.
Lo primero que hice fue ir al escaparate de una tienda y mirarme en el espejo. Por casualidad me había afeitado aquella mañana con la navaja y el jabón del dueño de mi casa, un ujier de los tribunales que me alquilaba un tabuco. La camisa, sin estar muy limpia, no era una indecencia: solo hacía cuatro días que la llevaba. El traje, por otraparte, de espiguilla gris, estaba como nuevo: me lo había dado una señora cuyo marido había sido capitán mío en la guerra. La corbata, en cambio, estaba deshilachada, una corbata roja que tendría diez años. Levante el cuello y rehíce el nudo de forma que la corbata, ahora, tenía una parte larguísima y otra parte corta. Escondí la parte corta debajo de la larga y me abroche la chaqueta hasta elpecho. Cuando me separe del espejo, quizás por la atención con que me había examinado, la cabeza me dio vueltas y fui a chocar con un guardia parado en un rincón de la acera.
-¡Mira por donde andas! -me dijo- . ¿Es que estas borracho?
Habría querido contestarle: -‘’Si, borracho de apetito’’. Me dirigí con paso vacilante hacia el panteón.
Sabia la dirección, pero cuando la encontré no pude creer loque veía. Era una portezuela al fondo de un callejón sin salida, a dos pasos de cuatro o cinco cubos de basura repletos. La muestra, color sangre de buey, llevaba la inscripción: ‘’Trattoria, cocina casera’’; el escaparate, también pintado de rojo, contenía, en todo y por todo, una manzana. Digo una manzana, y no es broma. Comencé a comprender, pero ya me había lanzado y entre. Una vez...
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