La Niña Que Me Rrobo El Corazon
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La niña invisible
E
n esta fotografía estamos los cinco con el uni
forme del equipo de microfútbol de quinto B. Si
aparecemos sonrientes no essolo porque estuvié
ramos posando para la fotografía que nos tomó el
profesor Noriega, sino porque acabábamos de ga
narles a los presumidos de quinto A,que durante
toda la primaria nos habían superado y se habían
llevado todos los títulos.
De izquierda a derecha somos: Pan de Yuca,
Migaja, yo, Porcelana yAlbóndiga. Esos son nues
tros apodos de cariño. A mí me llaman Cigüeña
por mis piernas largas y delgadas. La mayoría fue
ron apodos que se inventaronespontáneamente,
en alguna situación cotidiana, y que con el tiem
po nadie recuerda quién los usó por primera vez
para llamar a determinada persona. Alcomienzo
incomodaron, pero luego se fueron pegando y se
hicieron más populares que nuestros nombres.
Incluso ahora, que ya he crecido, que estoy por
terminarel bachillerato, y mis viejos amigos de la
primaria no están para llamarme Cigüeña, extraño
esa trisílaba confianzuda que me daba la sensa
ción decercanía y cordialidad.
En esta imagen también hubieran podido quedar
Aladino y Buñuelo. Pero el destino nos los arre
bató en ese último año. En primer lugar,Carlos
Andrés, alias Aladino, tuvo que irse a otra ciudad,
a estudiar en un colegio para niños con cociente
intelectual superior, niños «genio», como él. Ylue
go, Andrés Gustavo, Buñuelo, se fue con sus cin
cuenta y cinco kilos al Colegio de las Hermanitas
de la Caridad porque a su mamá le pareció que
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