la noche boca arriba

Páginas: 8 (1999 palabras) Publicado: 21 de noviembre de 2013
clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno delíquido
opalino
. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó albrazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrandoblandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos deteatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes;como estar viendo unapelícula aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocitode pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. Elbrazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado,
chirriaba
aveces una
punzada
caliente y rápida. Cuando losventanales de enfrente viraron amanchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse.Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos ycalientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante
embotadas
o confundidas. Comprendía que estaba corriendo enplena oscuridad,aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "Lacalzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas ybarro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torsoy las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, seagachó para escuchar. Tal vez la calzadaestaba cerca, con la primera luz del día iba averla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo élaferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello,donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria delmaíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de losbienes motecas.Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendodespacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacíainsoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tresnoches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzadamás allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieranel rastro.Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba,sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señaldel regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, delotro lado de los cazadores.Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiaraen el horizonte,vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerraera insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer enhundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres.Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuandome operé delduodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa.Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Seoía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sinacoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosasen qué

entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se losostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa denoche. Bebió del
gollete
, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, lastreinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca lacara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo....
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