La Nueva Critica

CONFESIONES DE SAN AGUSTIN
“Dolor acerbo e involuntario por la muerte de Mónica
1.- Mientras yo le cerraba los ojos invadía mi pecho una tristeza sin fondo de la cual se formaba un torrente de lágrimas que quería salir por los ojos; pero un violento imperio de mi voluntad absorbía el torrente, y mis ojos permanecían secos; sin embargo, la batalla era agotadora. Cuando mi madre exhaló elúltimo suspiro Adeodato rompió a llorar a gritos, pero reprendido por nosotros, callo´. No de otra manera callaba también en mí aquella ternura juvenil que quería expresarse con lágrimas y que yo reprimía con recia voluntad. Es que no nos parecía decoroso celebrar óbito con gemidos lacrimosos que solo tienes sentido cuando hay que deplorar una grande misericordia en los que mueren, o cuando se ve en lamuerte una total existición de la vida. Pero mi madre ni moría miserablemente ni moría totalmente. De esto nos aseguraban su limpia vida, su fe sin fingimientos y otras muy ciertas razones.
2.- ¿Qué era pues lo que tan grave dolor me daba si no la herida recién abierta por el brusco y repentino desgarrón de una convivencia dulcísima y carísima? Yo me sentía dichoso por el testimonio que ella medio de mí en su última enfermedad; pues mientras yo le prestaba cariñosos cuidados ella me llamaba hijo bueno y piadoso; y con grande y amoroso afecto me recordaba que nunca había oído de mi boca ninguna palabra dura o injuriosa. Pero ¿qué comparación podía haber, Señor y Creador nuestro entre los honores respetuosos que yo le rendía y la servidumbre a la que ella se había sujetado por mi? Porquesu muerte me dejaba desamparado de sus grandes consuelos y con el alma herida; mi vida misma quedaba despedazada, por que era una sola vida formada con la vida de los dos.
3.- Cuando Adeodato hubo dejado de llorar tomó Evodio el salterio y comenzó a cantar un salmo al que contestábamos todos: Cantare, Señor, tus juicios y tus misericordias (sal 100 1). Y al enterarse de lo que estaba pasando secongregaron muchos hermanos en la fe y muchas piadosas mujeres; y mientras los encargados del sepelio cumplían su oficio me retire yo de allí a un lugar en que podía decorosamente hablar con los amigos que no querían dejarme solo. Yo les decía cosas apropiadas a la situación; y con el aliento de esas verdades se mitigaban unos tantos aquellos vivos tormentos interiores que Tú conocías pero ellosignoraban. Me escuchaban hablar con toda su atención, y pensaban que yo era insensible al dolor, por el sosiego con que les hablaba. Pero yo, a tu Oído, donde no podían ellos escuchar, me reprochaba la molicie de mi afecto y frenaba los ímpetus del sufrimiento. Su empuje cedía un poco, pero luego volvía a la carga, aunque no me hacía llegar a la efusión de lágrimas ni a la alteración del rostro. Ypor que profundamente me disgustaba el que tanta influencia tuvieran en mi esos incidentes de la vida, que están en el orden innecesariamente tienen que acontecer por que se derivan de nuestra humana condición, con otro tipo de dolor me dolía mi dolor, y me agobiaba una doble tristeza.
4.-Se sacó pues el féretro y lo llevamos a enterrar. Yo fui y volví sin una lágrima. Ni siquiera lloré al tiempode las preses que elevamos a Ti cuando, puesto el cadáver a la orilla del sepulcro según la costumbre de allí, Te ofrecimos el sacrificio de nuestra Redención. Pero durante el día entero me oprimió una pesada y oculta tristeza; y con la mente turbada Te pedía, al modo que me era posible, que aliviaras mi dolor. Pero Tú no quisiste y pienso que fue el objeto de que mi memoria retuviera parasiempre, con esta tu enseñanza, cuan fuertes son los vínculos de la costumbre aun para las almas que ya no se apacientan con palabras falaces.
Tuve también por conveniente ir a los baños, pues según había oído decir, los griegos les pusieron el nombre de balaneion por que decían que el baño ahuyenta del alma la congoja. Así pues Padre de los huérfanos también esto Te confesare ahora: fui a los baños,...