La Nueva Espana 58
Cultura
1087
SUPLEMENTO DE LA NUEVA ESPAÑA
Jueves, 2 de abril de 2015
CORRESPONSALES Y ENVIADOS
El espíritu de Dunquerque
Augusto Assía retrata a la sociedad inglesa de la Segunda Guerra Mundial en sus crónicas desde Londres
LUIS M. ALONSO
Leyendo las crónicas que Augusto
Assía escribió desde Londres para “La
Vanguardia”, durante la Segunda Guerra Mundial, me acordé de un viejo
amigode la familia que solía reverenciar el carácter irreductible de los ingleses cada vez que se presentaba la
ocasión. “En situaciones límite conviene tenerlos al lado, sólo ellos saben
reaccionar como es debido”, decía. Ponía como ejemplo, entre otros, el espíritu de Dunquerque que, tras la derrota,
llevó a los británicos a la férrea determinación de resistir a los enemigos para
posteriormentegolpear.
Cuando yunque, yunque y Cuando
martillo, martillo, que ahora publica
Libros del Asteroide en un único tomo
y en un intento más de recuperar a los
grandes del periodismo español, resumen perfectamente ese coraje, no sólo
durante el tiempo del Blitz sino en la
guerra ofensiva que siguió. No son exclusivamente unas crónicas de guerra
pero sí las de un pueblo que como primera respuesta a losataques se negó a
que el enemigo le privase de su vida y
sus costumbres. Por ese motivo, el corresponsal se empeña en recoger a través de la actualidad esa normalidad heroica, en la que están presentes en un
primer plano los hábitos de una sociedad capaz de ejemplarizarse en el padecimiento sin renunciar a algunos de los
placeres eduardianos.
Pero para entenderlo conviene empezar por el espíritu deaquellos soldados que regresaron a casa después de
una soberana tunda empeñados en revertir el signo de las cosas, y a los que
sus compatriotas con un entusiasmo y
un civismo envidiables salieron a buscar en yates, veleros y hasta en chalupas, fletados desde el Támesis. En la debacle de Dunquerque, hay que hacerle
caso a Assía, la primera cuestión a distinguir es la suerte de los franceses y
belgas,por un lado, y la de los ingleses,
por otro. De los primeros se podrá decir que fueron aniquilados, de los segundos simplemente que sufrieron una
derrota. La disciplina y la paciencia para evitar la desbandada hizo que los restos del magnífico ejército expedicionario inglés se pusieran en pie para formar de inmediato y desfilar hacia sus
destinos entonando canciones bélicas.
Ello inspiró aChurchill aquel discurso
patriótico ante los Comunes del que era
fácil deducir hasta qué punto Inglaterra
no estaba dispuesta a rendirse.
Durante muchos años en mis sueños de adolescente sobrevoló el espíritu de Dunquerque. Cruzar el Canal significaba penetrar en un mundo diferente. El mar, más aún que para nosotros los Pirineos con respecto a Francia,
era como un abismo que separaba dos
formas deconducirse, no sólo en cuanto a los coches que circulaban por la izquierda en la isla y por la derecha en el
continente. Los ingleses comían cosas
distintas, vestían de distinta manera, se
regían por otras leyes y aplicaban otras
medidas. Gran Bretaña olía diferente,
los escolares iban uniformados, las cabinas para llamar por teléfono eran como una atracción de feria y los autobuses de dos pisosdespertaban nuestra
curiosidad. Pero por encima de todo
ello estaba la leyenda forjada por el imperio, la grandeza y el mito heroico de la
libertad insular. En los años sesenta, el
Reino Unido, abrazó la modernidad haciendo de Londres una ciudad aún más
atractiva por su derroche de contrastes
entre lo viejo y lo nuevo.
Una frase célebre, “la batalla de Waterloo fue ganada en los campos de juego deEton”, explica en cierto modo la
exaltación del espíritu británico en
cuanto a los preceptos morales que
guían a sus hijos. Las palabras se atribuyeron, entre otros, al duque de Wellington, gran protagonista de la contienda.
Con ellas se quiere dar a entender que
Eton, con una enseñanza inspirada en
Oxford y Cambridge, además de enderezar el rumbo académico de futuros
aspirantes a títulos forja...
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