La oracion
PRÓLOGO 1
1. EL SAQUEADOR DE CIUDADES
Muy poco después de que Ulises separase sus doce naves del grueso de la flota, el viento del sudeste le llevó hasta la costa de Tracia, cerca de la ciudad de Ismaro, situada entre las montañas y el mar.2 Los tracios habían sido aliados de Troya durante la reciente contienda, y los hombres de Ulises todavía se considerabanen guerra con ellos, por lo que, nada más desembarcar, entraron a saco* en la ciudad, respetando tan 3 sólo la casa de Marón, sacerdote de Apolo, que estaba rodeada de un bosquecillo de laureles sagrados. El sacerdote, hombre rico, agradecido por el trato recibido, hizo espléndidos regalos a Ulises cuando se separaron: oro en abundancia, una crátera* de plata para realizar mezclas y doce grandestinajas de un vino tan oscuro, tan denso y tan fuerte que, a la hora de suavizarlo, sólo se necesitaba una medida de vino por cada veinte de agua: Los hombres de Ulises, cuando terminaron el pillaje* y regresaron a sus naves con el botín, no quisieron hacerse a la mar aquella misma tarde, desoyendo los consejos de Ulises: al ver que disponían de abundante vino y de ganado bien cebado* quesacrificar, se quedaron en la orilla toda la noche, comiendo y bebiendo. Mientras así se holgaban,* algunos habitantes de la ciudad corrieron a avisar a sus vecinos de las granjas cercanas y de los pueblos del interior; los recién avisados se vistieron para la guerra, empuñaron sus armas y se deslizaron en silencio aprovechando la oscuridad de la noche Y al amanecer atacaron a los griegos que seguían en laorilla. Los hombres de Ulises, pese a tener la mente poco clara por haber comido y bebido en abundancia, lucharon con denuedo* durante toda la jornada, pero al empezar a ocultarse el sol hubieron de retroceder hacia sus naves, por lo que, cuando zarparon para dirigirse a alta mar, habían dejado más de setenta compañeros muertos sobre la playa. Entonces Zeus, el amo del trueno, desató contra ellosal furioso viento Bóreas, desencadenando una terrible tempestad. Y durante nueve días con sus noches los vientos contrarios los llevaron perdidos a través del impetuoso mar, hasta que al décimo encontraron refugio junto a las blancas arenas de una isla verde y paradisíaca, lugar donde atracaron las naves. Amainada tormenta, desembarcaron e hicieron aguada* en un manantial que burbujeaba entre...
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