La oscuridad
MARIANNE CURLEY
Este libro está dedicado a la memoria del difunto
Tony Williams, mi agente durante seis años,
Que nunca dejó de creer en mí.
Antes de que el mundo pueda ser libre,
será testigo del asesinato de la inocencia
en los bosques que hay sobre la antigua ciudad de Verdemar,
donde se revelarán nueve identidades.
Un reyllegará a gobernar,
pero no antes de que un líder de corazón puro se despierte
y un guerrero sin edad con alma antigua
lo guíe con gracia y providencia.
Mas cuidado, los nueve verán llegar y partir a un traidor,
lo que dará pie a una guerra larga y atroz,
y los Elegidos se unirán con fuerza
aunque la desconfianza causará discordia.
Un bufón los protegerá, unescéptico abrigará dudas
y un joven y valiente guerrero perderá su corazón y morirá.
Sin embargo, nadie resultará victorioso hasta que un guerrero perdido regrese
y el intrépido retorne de un viaje guiado por la luz y la fuerza.
Pero atención, dos últimos guerreros provocarán dolor
así como satisfacción.
De la desconfianza uno saldrá bien librado;
el otro,imbuido de maldad.
El uno resultará vencedor, y el otro vencido al encontrar la muerte.
Prólogo
Ella profiere un grito que se oye de un extremo al otro del universo. El dolor arranca las palabras «Van a sufrir» de sus labios morados. Lathenia, la Diosa del Caos, mira el pasado a través de su esfera. Una esfera que usa para crear un caos que altere el presente y dé lugar a un futuroque pondrá el mundo a sus pies.
Mientras observa, un joven soldado de la Guardia hunde su daga en la garganta de su amante por segunda vez. Ella vuelve a gritar. ¿Cómo es posible que sus soldados se mantengan al margen y permitan que muera el único hombre al que ha amado? «¡Cómo!»
Lathenia clava las uñas de sus dedos anormalmente largos en la esfera y deja el cristal mellado. Al final,su cuerpo se estremece al mismo tiempo que su amante exhala el último aliento.
El silencio inunda la sala. La diosa levanta la cabeza lentamente y recorre las paredes de mármol con la mirada. Sus ojos plateados refulgen con el color del fuego. «¡Van a sufrir!»
Un hombre consumido, anciano, cuyos ojos han visto mucho, y durante demasiado tiempo, se acerca por detrás con gran cautela.—¿Me permite hablar, su Alteza?
Lathenia se vuelve. Ni siquiera la profunda pena que siente puede ocultar su etérea belleza.
—¿Qué quieres, Keziah? ¿No ves lo que está ocurriendo? Lo han matado. ¡Qué ardid tan astuto, tentarlo con la imagen de su propia hija! Arkarian lo ha tramado todo. Es el cerebro de la Guardia. ¡Ya lleva más de seiscientos años martirizándome! —Keziah ha visto furiosaa su señora otras veces, muchas, pero en esta ocasión... Esta aparente pérdida de control resulta nueva para él. Se estremece. De la tristeza y la pasión resulta una mezcla imprevisible—. Dime, Keziah, ¿acaso Marduke no me adoraba? ¿Por qué lo ha distraído la imagen de su hija, una niña a quien hacía doce años que no veía? ¡Ha sido una treta! ¿Qué lo ha cegado? —Baja la vista y murmura—: Tal vezaún amaba a la mujer que la dio a luz.
Keziah se encoge de hombros, inclina la cabeza y su melena blanca como la nieve cae sobre su espalda huesuda y jorobada.
—No lo sé, Alteza, pero ahora no es momento de dudar de la lealtad de Marduke. Durante estos doce años ha demostrado en muchas ocasiones que es vuestro sirviente más fiel. Debéis hacer regresar su cuerpo mortal rápidamente.Recordad que está en el pasado.
Ella asiente con la cabeza. Su pelo rojo, como la seda tejida directamente del capullo de una oruga, acaricia su piel inmaculada. Tras erguirse cuan alta es, sacándole casi medio cuerpo al viejo Keziah, cierra con fuerza los puños. Regresa junto a la esfera y llama a Marduke.
Antes incluso de que su cuerpo sin vida se forme por completo ante ella, la Diosa...
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