La Otra Mujer
Traducción de Laura C. Santiago
Barriendos
eaales
editorial
BARCELONA-MADRID
Capítulo uno
Joanna despertó de golpe. Aturdida, se
quedó quieta en la cama con el corazón
palpitante, tratando de aferrar los hilos
sueltos del sueño y, al mismo tiempo,
intentando volver a la realidad. Vio una
silueta oscura agazapada en la silla del
rincón del dormitorio y dio unrespingo.
Se apoyó sobre el codo, contuvo la
respiración y miró en esa dirección,
intentando enfocarla con claridad.
Cuando sus ojos se adaptaron a la luz
tenue del amanecer, soltó el aire que
retenía en los pulmones. «Idiota»,
murmuró, enfadada consigo misma. La
noche anterior había llegado agotada y
había tirado la ropa encima de los
mullidos cojines que cubrían la silla de
cualquier manera antes dedejarse caer
en la cama. No era
propio de ella ser tan desordenada. El
reloj de la mesilla marcaba las cinco y
media. Aún hacía calor. Se volvió de
cara a la luz que se colaba por el estor
romano de color crudo a medio bajar.
Se levantó, fue a la ventana y subió el
estor del todo, con la esperanza de que
entrara algo de brisa y refrescara su
cuerpo desnudo. Pero fuera no corría ni
un soplo deaire. Posó la mirada en las
hileras de olmos a lado y lado de la
calle. Los mortecinos rayos de sol los
partían en dos: un resplandor entre
rosado y amarillento bañaba las copas y
los troncos estaban en sombras. Las
ramas parecían brazos extendidos
implorando un poco de aire vital y se
diría que las hojas boqueaban por
respirar.
Se puso una camiseta ancha y se dirigió
a la cocina. Sacó una botellade agua de
la nevera, se sirvió un vaso, se lo bebió
ansiosa y se puso otro. Algunas gotas se
derramaron y relucieron sobre la barra
de acero inoxidable de la cocina. Las
secó con un trapo blanco limpio y
después se sentó en uno de los taburetes
con respaldo que había junto a la barra.
La había despertado el mismo sueño de
siempre, ése en el que se halla
completamente atrapada y a oscuras en
uncuarto pequeño y desconocido, y no
encuentra la salida. La busca
desesperadamente, tanteando las
paredes de la habitación, pero al final le
entra el pánico. En ese momento se
despierta.
Joanna suspiró y se puso el vaso de agua
helada en el cuello. De pequeña solía
tener un sueño parecido. Entonces era
comprensible, pensó, pero ahora ya no.
Era la típica pesadilla de una niña
pequeña, pero pasadosmás de veinte
años no tenía sentido.
Seis meses atrás se había enterado de
que su padre, con el que no se hablaba
desde hacía diez años, había sido
ingresado en una residencia. Al
enterarse de su enfermedad se le habían
removido recuerdos de infancia que no
le
venían a la cabeza desde hacía veinte
años. Fue como si se abriera una
habitación de su mente que estaba
cerrada y la cómoda capa de polvoque
cubría un pasado irrelevante se
levantara. Durante el día era capaz de
bloquear esos recuerdos con cierta
facilidad, pero al parecer se negaban a
ser ignorados y se habían transformado
en una pesadilla que invadía su sueño
noche sí noche también. A todas horas,
las imágenes de la pesadilla planeaban
como una sombra amenazadora por los
márgenes de su vida; una vida que, por
otro lado, erasatisfactoria. Quizás
empezaba a ser hora de tomarse unas
vacaciones, pensó. Su vida se había
vuelto algo monótona y si cambiaba un
poco de ambiente volvería a ser la de
siempre.
Había salido el sol y sus rayos dorados
reverberaban en la barra y se reflejaban
en los ojos. Todavía era temprano, pero
decidió que era un buen día para
ponerse en marcha de buena mañana.
Era sábado, así que los buscadoresde
pisos ya se habrían levantado y estarían
examinando detenidamente los anuncios
clasificados. Los posibles compradores
empezarían a llamarla sobre las siete y
media. Se acabó el vaso de agua y
atravesó el salón hundiendo los pies en
la moqueta, subió los escalones de su
dormitorio de dos niveles y se metió en
el baño contiguo para darse una ducha.
Media hora después se pasó los dedos
por el...
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