La Oveja Negra Y Demas Fabulas
Camilo Díaz Galaz
Hay una frase de Joaquín Edwards Bello (1887-1968) que puede resumir gran parte de su labor periodística: “quiero serrecordado como un destructor de mitos, como una persona que se pasó la vida bombardeando con muchos megatones la mediocridad, la chatura, la esterilidad de suscompatriotas”. Esta idea es, además, la tesis central de la selección de crónicas póstumas que se publicaron bajo el nombre de Mitópolis (1973). La virulentadefensa de esa tesis, son los distintos trabajos que Alfonso Calderón, el compilador, seleccionó en torno a un tema común: la mitología nacional. Segúnalgunos, Edwards Bello escribió más de 10 mil crónicas. Otros dicen que son más de 50 mil, aunque cualquiera de las cifras es igual de prodigiosa.
Cadaartículo, en una prosa directa y segura a cada centímetro, es la destrucción de un mito: la belleza de la Quintrala (“era fea”), la nacionalidad del famoso bandidochileno Joaquín Murieta (“era mexicano”), la femineidad de Marcó del Pont (“le dieron fama de afeminado, simplemente por su limpieza, su elegan¬cia, y elpecado de haber traído ciertos adelantos a una ciu¬dad cuyo estado entonces era indescriptible a causa de su atraso y suciedad”), la casa en que nacióGabriela Mistral, venerada hasta hoy en Vicuña (“la casa en que yo nací no existe ya. Yo misma la vi caída en el suelo”, dice E.B. que dijo Mistral), o el tesorode Drake en Valparaíso (“no existe”). A veces incluso, llega a repetir más de una vez una defensa, enviciado con destruir cualquier reflote de ignorancia.
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