La paradójica verdad que se produce en un análisis
(…) “Al simple hecho de tener que hablar frente a un otro, el silencio de un otro – unsilencio que no está hecho de aprobación ni de desaprobación, sino de atención – el sujeto lo siente como una espera: la espera de la verdad.”
Esta presencia de la verdad en estado implícito se hallareforzada por la idea previa que en general trae el paciente a la consulta, de que el analista -en tanto experto- sabría sobre él aquello que él mismo ignora. [1]
Ahora bien, la posición de Lacan aeste respecto es claramente antifilosófica: barre de un manotazo con todas las connotaciones ideales que tradicionalmente estuvieron asociadas a la idea de “Verdad”.
Para empezar, señala, no escondición necesaria para el establecimiento de la transferencia que el analista sepa algo sobre el analizante. Lacan bromea sobre este hecho diciendo que cuando el analista finalmente empieza a conoceral analizante, éste se va.
Por otra parte, dice, la verdad que nos interesa en un análisis – aquella que supone consecuencias concretas para el sujeto- no es una verdad transmisible, comunicable– si así lo fuera ¿Qué valor tendría?
Al analista no se lo consulta respecto de un saber cualquiera sino respecto de eso que radicalmente no se quiere saber. Se trata de un saber sobre lo imposibley la imposibilidad de saber. A ese saber, pues, no podría producirlo nadie más que el propio analizante.
Es el propio analizante quien trae la propia verdad a la consulta, “encapsulada” en aquelloque lo angustia; en la repetición compulsiva de conductas que van en contra de su bienestar y de su salud; en eso de su afecto que, por no poder decir, actúa.
El analista deviene, en este...
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